miércoles, 9 de diciembre de 2009

¿ENTE O ENTIDAD CONTABLE?

Es probable que en más de una ocasión, un sinnúmero de estudiantes de contaduría se hayan preguntado respecto de la diferencia entre los conceptos de “ente” y “entidad”. Esto, porque la literatura contable recurrentemente utiliza los precitados términos de manera indistinta. No obstante, que el “principio contable” es contundente cuando expresa que la contabilidad se ocupa de la medición del patrimonio del “ente”, no pocos autores refieren en sus tratados que este lugar le corresponde a la “entidad”. Cabe mencionar que en el campo de la contabilidad, y de la contaduría en particular, los conceptos de “ente” y “entidad” constituyen referentes fundamentales. Por lo que, dilucidar su verdadero significado resulta en este campo un asunto de inapreciable necesidad. El “ente, es -para Basave- todo lo racional y lógicamente pensable, definición que Emmanuel Kant avala en toda su extensión dentro de su sistema filosófico, cuando al referirse a la ontología la define como el estudio de los conceptos a priori que residen en el entendimiento y tienen su uso en la experiencia.
En este contexto, el “ente” puede ser definido de manera general como aquel pensamiento coherente factible de cobrar existencia real, o permanecer en el fuero interno del ontologizador en forma de concepto. Las ideas, que no coinciden con el pensamiento normal de los hombres sobre los objetos del mundo y sus relaciones -como por ejemplo la idea de un triángulo de cuatro lados-, no pueden constituir jamás un “ente”, puesto que vienen a ser un “sinsentido”, una “idea descabellada”, una “irracionalidad”, imposible de cobrar existencia concreta o servir de base o apoyo a otras deducciones lógicas.
La “entidad”, por otra parte ha sido definida –también de manera general- como la esencia de algo. De ahí, su carácter de concepto básico apropiable por varios campos del conocimiento científico. Por “entidad”, se entiende dentro de este contexto, a diversas cuestiones de acuerdo a las circunstancias dentro de las cuales se use el término. En informática –por ejemplo-, “entidad” es cualquier tipo de objeto o concepto sobre el que se recoge información. En física, se denomina “entidad” a cualquier elemento que constituye parte del universo observable, que tiene una localización espaciotemporal, contiene energía, es capaz de interaccionar, y es además medible. En química –igualmente-, se habla de “entidades elementales” para referirse a átomos, moléculas, partículas, iones, etc., cuya unidad de medida es el mol.
Juzgando por sus orígenes, toda “entidad” es inicialmente un “ente”; pero, no todo “ente” constituye naturalmente una “entidad”. Para que efectivamente lo sea ha de exhibir necesariamente las siguientes características: existencia real (no necesariamente material o animada); autonomía en su organización interna y externa; y, diferenciación e individualidad. De acuerdo con lo expresado, las “entidades” pueden tener una existencia concreta o una existencia abstracta. Concreta -claro está-, si sus atributos pueden ser percibidos por los sentidos. Abstracta, si sus atributos están relacionados con cualidades inherentes a las propiedades de un concepto.
Asimismo, desde una óptica estrictamente general las entidades pueden pertenecer a cualquiera de las siguientes categorías: a) místicas: espíritus, arquetipos, deidades; b) sapientes: seres humanos, humanoides, androides; c) conscientes: animales inteligentes, artefactos dotados de inteligencia artificial; d) sensibles: animales; e) biológicas: plantas, hongos, bacterias; f) dinámicas: virus, fuego, tormentas, cristales, etc.; g) inanimadas: artefactos, tótems, monolitos, y; g) socioeconómicas: empresas, instituciones, comunidades, estados, etc. Pero, así como en el campo de la informática, de la física, o de la química, el concepto de “entidad” sugiere una realidad que tiene que ver fundamentalmente con el objeto de estudio de estas ciencias; en el contexto de la contabilidad, el concepto sirve igualmente para delimitar el objeto de estudio de esta disciplina, siéndole atribuible –por consiguiente- todos los atributos propios de un sistema, como: a) interrelación e interdependencia; b) totalidad; c) búsqueda de objetivos; d) energía: toda entidad depende de algunos insumos para conseguir sus fines; e) transformación: todos las entidades son transformadores de entradas (insumos) en salidas (productos); f) entropía: toda entidad es un sistema social relacionado con la tendencia de caer en un estado de desorden; g) administración: las entidades son conjuntos de recursos materiales, informáticos, financieros, y humanos en interacción que deben ser administrados; h) jerarquía: todas las entidades son sistemas integrados por subsistemas más pequeños; i) diferenciación: en las entidades complejas existen unidades especializadas que desempeñan funciones especializadas. j) equifinalidad: toda entidad es un sistema abierto dentro del cual los resultados finales se pueden lograr con diferentes condiciones iniciales y de maneras diferentes.
Para la contabilidad, la noción de “ente” constituye –sin duda- una construcción filosófica que orienta y guía la cientificidad de esta disciplina. La “entidad”, por su parte, constituye la realidad específica (empresas o instituciones) dentro de cuyo contexto opera la contabilidad por medio de la contaduría y los sistemas contables.

lunes, 30 de noviembre de 2009

LA CONTABILIDAD: ORIGEN, CAUSAS, PRINCIPIO Y COMIENZO

“Afirmar la existencia de un objeto –dice Albert Jacquard- es admitir que podría no haber existido; equivale, por tanto, a imaginar que sólo existe debido a un suceso, su origen, que le ha dado su ser:”[1] El origen – refiere Roque Barcia-, es el “hecho” anterior de donde proceden las cosas; las causas, la “fuerza” activa que la produce; el principio, la primera “verdad” que explica el objeto de estudio de una ciencia; y, el comienzo, el “instante” en que por primera vez aparece tal o cual cosa.
En este contexto, averiguar el hecho universal, el suceso único, el abuelo de toda la familia de los sistemas contables, el cáliz que contiene todas las gotas de la doctrina de la contabilidad, no parece nada imposible. Nada imposible, si es que nos situamos arbitrariamente en algún punto del tiempo y del espacio que consideramos último, dado que la palabra “origen” refleja en la realidad una interminable sucesión de hechos que sugieren la búsqueda incesante del “origen”… del “origen”…del “origen; así por ejemplo, si remontamos el origen de un ser humano cualquiera sea, encontraremos que no está señalado precisamente por su nacimiento, puesto que ello no es más que un episodio de una historia iniciada mucho antes. “El bebé que nace es la continuación del feto, prolongación, por su parte del embrión, resultado éste de la proliferación de las células a partir del huevo primordial.”
[2] El origen es, pues, en este caso, la concepción, que por cierto no tiene carácter instantáneo, sino, que evidencia más bien la prolongación de una interminable sucesión de “hechos”, que concatenados podrían conducirnos hasta el instante mismo del big bang; por lo que, ingenuo resultaría pensar que la contabilidad de súbito surgió un buen día.
Nada de eso sucedió. El origen de la contabilidad como actividad práctica del hombre, debemos husmearlo en el curso de la extensa y aún imprecisa trayectoria de la humanidad, vale decir, desde que el hombre busca agruparse y conforma la horda hace unos 25 mil años, aproximadamente. Es allí, que, en algún inhóspito lugar del bosque, impulsado por la noción de propiedad y provisto de alguna filuda lasca, el hombre cual “tenedor de libros” hace una muesca para grabar en la base de algún frondoso árbol que circunda el refugio del grupo itinerante, el inventario del arsenal con el que la organización llevaría a cabo la caza de las grandes fieras. Lo propio, harían más tarde mediante grabados, los grupos trashumantes, para registrar el inventario de sus ganados allá en los muros de las cavernas donde pernoctaban durante sus largas travesías en busca de pasturas. Ídem hizo la tribu, que valiéndose de la escritura, “hombres bien letrados” llevaban la cuenta de las armas y las vituallas necesarias para la conquista de territorios y naciones
Como actividad práctica del hombre, la contabilidad ha tenido que ver -como muchas otras disciplinas científicas- con la curiosidad empírica, el saber vulgar y la práctica experimental. En consecuencia, si hurgamos en la historia de las civilizaciones, podríamos toparnos fácilmente con su origen, sus causas y sus antecedentes. Más, como disciplina científica, inapropiado resultaría buscar tal origen y tales causas, porque, sabido es que las ciencias no se construyen a partir de los citados precedentes, sino, de una primera verdad llamada principio.
En consecuencia, resultaría inapropiado referirnos, a las causas o a los orígenes de la contabilidad como disciplina científica, en equivalencia a la palabra principio, porque no se trata de la fuerza anterior y activa que ha hecho posible la aparición de la contabilidad, ni se trata tampoco del hecho anterior de donde la contabilidad procede, se trata aquí, de explicar la primera verdad, a partir de la cual se ha construido la estructura científica de esta disciplina; vale decir: su objeto de estudio, su historia, doctrina, teoría y tecnología.
Pero, a lo que si podemos referirnos con toda propiedad, es al comienzo de la contabilidad. Porque el comienzo de una ciencia se refiere al instante primero de su divulgación. Cabe anotar sin embargo, que el vocablo comienzo y el vocablo principio en el ámbito de las palabras se comportan como perfectos sinónimos; más, en el campo técnico, científico y filosófico su significación resulta enteramente diferente. El comienzo –escribe Barcia- se refiere a la letra y el principio a la doctrina. En este sentido –dice-, el escrito de un loco tiene comienzo, pero no tiene principio. Esto, porque no tiene un fin determinado; carece de objeto, de un propósito deliberado, y de una intención discreta; intención que no se concibe sin un pensamiento y una moral.
Por cierto, que el comienzo de una ciencia puede ser un principio rudimentario o incluso ignorante. Más, el principio es siempre un comienzo sabio, en razón, de que toda curiosidad científica es aletocéntrica (aleté: verdad), es decir, se orienta a desentrañar lo más profundo y universal que albergan las cosas y los “hechos”.La contabilidad -que duda cabe-, como actividad práctica del hombre, tiene origen, causas y antecedentes; más, como disciplina científica tiene un principio y un comienzo.
[1] JACQUARD, Albert. Pequeña Filosofía para no filósofos. Galaxia Gutenberg. Barcelona. 1998.
[2] Op cit.

sábado, 31 de octubre de 2009

LAS MYPE CON ACTIVOS QUE HACEN MUUU...

Asesoro contablemente a varias MYPE con activos que hacen muuu…uuu, en la ciudad de Chiclayo. Mejor dicho, asesoro a varias microempresas dedicadas a la producción de leche fresca en esa parte del país. En total suman cerca de una docena estas MYPE., que han surgido a partir de la experiencia empírica de igual número de emprendedores que por varios años venían explotando informalmente la actividad lechera en la Región Lambayeque; pero, lamentablemente venían haciéndolo sin éxito, a tal punto que sus emprendimientos familiares se encontraban a punto de desaparecer debido a los altos costos de los insumos para el sustento del ganado y el bajo precio de la leche fresca en el mercado local.
Por agosto de 2008 no reunimos con varios de estos emprendedores para estudiar la posibilidad de que su situación mejorase. La idea era de que estos estoicos emprendedores de la actividad pecuaria informal, a partir de los activos que poseían y explotaban se convirtieran en competitivos microempresarios de la moderna industria agropecuaria, por lo que, sobre la base de las relaciones de parentesco que se tejían al interno de la actividad que venían desarrollando, les propuse que se constituyeran en microempresas familiares bajo la forma de personas jurídicas, como: sociedades anónimas o sociedades de responsabilidad limitada.
Profeso la creencia de que el Perú es un país con muchísimos emprendedores y muy pocos empresarios. He dirigido por varios años un programa de capacitación de emprendedores en la ciudad de Iquitos, al mismo tiempo que he asesorado a un número bastante amplio de pequeños empresarios en varias ciudades del país, y sé por ello, que entre emprendedor y empresario median sustanciales diferencias, que solo pueden ser superadas si es que se orienta y revalora la convicción y experiencia del primero. A diferencia del empresario que opera bajo una razón social, una dirección empresarial, tiene una clientela, paga impuestos, y es sujeto de crédito; el emprendedor solo tiene la férrea determinación de llevar adelante un negocio, pero no posee realmente una empresa.
Rememorando una frase de Egórov, que dice: “Ver el polo Norte no es difícil. Lo difícil es llegar hasta el lugar desde el que pueda verse”, construimos nuestro propio slogan de trabajo, que decía: “Ver el éxito empresarial no es difícil. Lo difícil es llegar a un punto del pensamiento desde el cual se le pueda divisar”. Ese punto del pensamiento era sin duda las declaraciones de visión y misión empresarial, que había que comenzar a formularlas en conjunto, para lo cual incorporamos al equipo facilitador a un connotado profesional médico veterinario y exitoso microempresario en el rubro lechero.
El análisis FODA nos permitió determinar que contrariamente a la baja del precio de venta de la leche fresca en el mercado local y los altos costos de los insumos alimenticios para el ganado, que amenazaban con hacer desaparecer en el acto a estos pequeños emprendimientos; la Ley de las MYPE. y la demanda de vientres de vacunos de alto potencial genético en el mercado externo (Ecuador) e interno, se perfilaban como importantes oportunidades para la actividad pecuaria en la Región.
Paralelamente, la auditoría al ambiente interno determinó que la alta calidad de los hatos lecheros de todos y cada uno de los emprendedores del grupo, constituían contundentes fortalezas frente a la precaria gestión empresarial y a la falta de capital de trabajo, que constituían evidentes debilidades.
Una declaración de misión que dejaba de lado la leche fresca como principal producto, y que apuntaría a la producción de vientres de alto poder genético para atender la demanda del mercado interno y externo, permitió desterrar de un solo plumazo la amenaza que se cernía sobre los otrora precarios emprendimientos, para dar paso a prometedoras microempresas, cuya declaración de visión reza más o menos así: “erguirse y consolidarse como la moderna empresa familiar abocada a producir bienes y servicios agropecuarios de alta calidad que contribuyan relevantemente a la conformación de un sector ganadero altamente competitivo en la Región Lambayeque”.
A menos de un año de conformadas estas microempresas que utilizan actualmente inseminación artificial, trasplante de embriones, ordeño mecanizado, y cuentan con capital de trabajo vía la banca, han constituido recientemente el Consorcio Regional Agropecuario “Lambayeque” SAC,, que en adelante se encargará de la producción de forraje y concentrados, la conformación de un centro de recría, y la instalación de una planta procesadora de leche pasteurizada y otros derivados lácteos.
Vemos pues, como un pequeño paquete de tecnologías apropiadas y apropiables, como son: la inseminación artificial, el transplante de embriones, el ordeño mecanizado, etc., y algunos conceptos elementales de la administración científica (análisis FODA), fueron en este caso, medios e instrumentos suficientes para cambiar en poquísimo tiempo, la actitud inefectiva de todo un conjunto de familias que por varias generaciones venían desarrollando la actividad pecuaria en torno a viejas creencias y falsos paradigmas, como los siguientes: a) los empresarios nacen, no se hacen; b) cualquiera no puede comenzar un negocio; c) los empresarios quieren todo para ellos; d) los empresarios pagan su éxito con estrés y salud; e) los empresarios deben ser jóvenes y enérgicos; f) los empresarios son “lobos solitarios”, no pueden trabajar en equipo ni asociarse; g) el dinero es lo más importante para ellos, necesitan mucho de eso para comenzar; h) emprender un negocio es costoso y generalmente termina en fracasos; j) a menos que tenga un coeficiente de inteligencia elevado, nunca será un empresario exitoso.

HAY, CONTADORES…MUCHÍSIMO QUE HACER

Existen varias razones por las cuales la contabilidad está poco desarrollada como ciencia. Sin embargo, una puede ser considerada fundamental: la carencia de una adecuada formación científica de los contadores en las universidades de nuestro país; debido, evidentemente a la falta de una política institucional que privilegie en dichas instituciones la investigación científica en el campo contable, para así desterrar la vieja creencia de que la “partida doble” es la contabilidad en si, o que ésta sirve únicamente para liquidar imposiciones tributarias cada fin de mes.
Quienes en los últimos años hemos pasado por las aulas universitarias, como aprendientes primero luego como docentes en el área de contabilidad, conocemos perfectamente que los estudiantes de contaduría de la mayoría de nuestras universidades tanto nacionales como particulares no reciben una formación científica adecuada. Muy por el contrario, bajo un criterio en extremo pragmático y utilitarista son entrenados durante todo la jornada de su carrera, para operar con cierta eficiencia preconcebidos planes de cuentas, cuya mecanicidad como es natural, inhibe al estudiante e incluso al docente de toda iniciativa investigativa.
Como corolario de esta errónea práctica académica la mayoría de universidades donde actualmente se enseña contabilidad -en abierta contradicción a su propia misión y objetivos-, ofertan a los egresados de esta carrera -en el proceso de obtención del título de contador- los llamados “cursos de actualización”, como queriendo decir, que en el ámbito de la contabilidad no hay lugar para la investigación científica o exista problema alguno que merezca investigar vía una tesis de grado.
Sin embargo, los resultados de varios cientos de estos trabajos de investigación, podrían contribuir a dotar a la contabilidad de una estructura formal, que explique con objetividad y coherencia la “materialidad” de esta disciplina, y el porqué la contabilidad actualmente es una “noción objetiva” universalmente aceptada.
Por consiguiente, en este campo como decía Vallejo, hay…muchísimo que hacer. Por lo que es preciso que en las escuelas de contabilidad de nuestras universidades y en el seno de los Colegios de Contadores de todo el país, nazcan sin mayores preámbulos iniciativas que conduzcan al desarrollo de proyectos de investigación, orientados fundamentalmente a dotar a la contabilidad de una teoría científica, cuya terminología, conceptos y definiciones permitan que en las universidades y en cuanta institución donde se enseña contabilidad, se reemplace la vieja muletilla del “ya saben ustedes a que me refiero”, por argumentos dotados de mayor racionalidad y sentido epistemológico, como por ejemplo: “con estos términos nos referimos exactamente a esta cosa, a este objeto, a esta relación o a esta función”.

Con lo anterior, jamás queremos decir, que en la actualidad la contabilidad carezca por completo de un marco teórico. Tal afirmación equivaldría a calificar a esta disciplina como una actividad eminentemente empírica, lo que por cierto no es así. Lo que realmente sucede es que las diferentes teorías que rigen la práctica de la contabilidad carecen de unicidad, debido a que actualmente no existe una concepción filosófica que oriente y guíe la visión cientificista de esta disciplina. Ejemplos en este sentido, abundan. Sin embargo, bastará uno para ilustrar tal dispersión. Existen por lo menos cuatro teorías que tratan de explicar el origen de la contabilidad. Desde aquella que con sentido remoto sostiene que el origen de esta disciplina se halla en las primeras actividades económicas que realiza el hombre del primitivismo; hasta una de visión más contemporánea que afirma resueltamente que el origen de la contabilidad está ligado a la naturaleza y origen de la “partida doble”. Una tercera teoría de corte un tanto intermedio refiere que la contabilidad surge en el momento en el cual surge el intercambio lucrativo de bienes: el comercio. Y una última, es aquella que liga a la contabilidad con la invención de los números y la aparición de la escritura.
Entre paréntesis piense el lector, la tamaña confusión que estas teorías pueden generar en la mente de un aprendiz de contabilidad. Cómo es que un estudiante que se encuentra en el partidor de su carrera puede encontrar una explicación lógica, al porqué de esta diversidad de creencias sobre un mismo objeto. Igualmente, cómo un profesor de contabilidad puede dar respuesta a tamaño interrogante, si la literatura a la cual acude y consulta para desarrollar su cátedra, reviste igualmente ambigüedades como las que acabamos de señalar. La hipótesis a este respecto, es que: las teorías que actualmente rigen la práctica de la contabilidad son fragmentarias y ambiguas…debido a que carecen de un marco filosófico que les dé unicidad…para explicar con firmeza el carácter de ciencia social de esta disciplina, que para legos, y un sinnúmero de desavisados entendidos, es, nada más que una técnica.
Pero a quienes piensan que la contabilidad es una técnica, habría que recordarles que toda técnica sirve a una ciencia en particular. Así por ejemplo, la mecánica como técnica, no puede prescindir de la mecánica teórica. La electrónica no puede prescindir de la electrodinámica y de la teoría cuántica. La ingeniería nuclear jamás existiría de no ser por la existencia de la física nuclear. Las técnicas -como bien refiere Bunge-, son simples herramientas de la ciencia y de la tecnología. Por lo que cabe preguntarse. ¿Cuál es esa ciencia a la que la contabilidad sirve como técnica? La respuesta es obvia: a ninguna que no sea la propia contabilidad.

lunes, 26 de octubre de 2009

PRINCIPIO Y COMIENZO DE LA CONTABILIDAD

Esta nota está dirigida a los contadores y a los estudiantes de contabilidad. Pero, no por ello hablaré de estados financieros, cargo y abono, “partida doble”. Nada diré respecto del activo y el pasivo. A no ser que se refiera al “pasivo” aquel, que los contadores mantenemos con la propia contabilidad. Esa deuda histórica, que desde los tiempos de Pacciolo no hemos sido capaces de honrarla. Me refiero, a la construcción de un marco filosófico que oriente y guíe la visión cientificista de la contabilidad, que por inexplicables razones hasta hoy no hemos sido capaces de formularlo siquiera; a tal punto, que en pleno siglo XXI, nos encontramos todavía en la edad de la inocencia, paseando por el Jardín del Edén sin un retazo de filosofía que nos cubra, yendo desnudos y sin avergonzarnos ante el dios de la contabilidad.
Profeso la idea de que la universidad sigue siendo la quintaesencia del saber, por consiguiente, creo, que es ésta la única institución natural capaz de llevar a cabo un proyecto que logre impulsar el desarrollo de la contabilidad a un nivel de ciencia. Pero, también soy de los que sospechan, que estando como están las universidades en nuestro país, operando dentro de un sistema económico que ha hecho de estas instituciones verdaderas factorías de auténticas replicas del Homo faber, difícilmente podríamos esperar –por lo menos en el corto plazo- alguna posibilidad, de que dicho proyecto pueda llevarse a cabo con toda efectividad.
Pero lo que no se puede prestar a sospechas, es que sin la presencia de un marco filosófico, los contadores jamás podremos avanzar hacia la construcción de una teoría científica de la contabilidad. “Si se expulsa del espíritu a la gran filosofía por la puerta principal -decía Charles A. Berd, refiriéndose a la Historia-, entonces se introducen ostensiblemente por la puerta trasera los estrechos y localistas prejuicios de clase…”. Igualmente, Engels en su época, había advertido a los representantes de las ciencias naturales que “cualquier intento de negar el papel de la filosofía en estas ciencias o incluso el empeño en eliminarlas de este ámbito de la investigación…las hará caer en la peor de las filosofías: una amalgama de migajas de saber escolar con las opiniones en curso y a la moda sobre temas de la época”.
En efecto, ni más ni menos, sucede con la contabilidad en nuestro país. La realidad revela como es que las escuelas de contabilidad de las universidades, han caído inmisericordemente en esa “amalgama de migajas de saber escolar”, y esas “opiniones en curso” impuestas sutilmente por los prejuicios del laissez – faire, que en abierta oposición a lo que la investigación científica pueda lograr en el largo plazo, guzga la importancia de la contabilidad única y exclusivamente por su utilidad práctica, a tal punto, que ha puesto a esta disciplina en el escaparate de los bienes y servicios de consumo, universalizando la creencia de que la teneduría de libros, los sistemas contables, o las NIFF (entre otros conceptos operativos), representan la contabilidad en sí, cuando en realidad, son, sólo instrumentos creados por la teoría de la contabilidad para operar y resolver problemas específicos en el seno de las entidades.
Qué existe una teoría científica de la contabilidad, ciertamente existe. Sin embargo, el hecho de permanecer “oculta” durante el proceso de formación del contador, ha sumido a este profesional en la más absoluta servidumbre técnica, confinándolo inclementemente en la total impericia científica, a tal punto, que hoy en día para graduarse un estudiante de contabilidad, jamás piensa en desarrollar una tesis, sino, que deliberadamente recurre a los atajos que el sistema vía la propia universidad muy alegremente le ofrece.
De la misma manera, como los primeros físicos para poder describir con veracidad los fenómenos naturales debieron formularse una hipótesis respecto del nacimiento del universo, igualmente, a los contadores nos queda por descubrir el principio y comienzo de la contabilidad. Porque, si algo como la contabilidad existe hoy, es debido a un suceso que le ha dado existencia en algún lugar y punto del tiempo. De allí la deleitosa necesidad de indagar respecto de su origen, causas y antecedentes.

“LAS CUENTAS”

Esta nota tiene que ver con la forma como la persona común y corriente lleva el control de sus pertenencias. Es decir, trata de aquella primigenia forma de racionalidad del hombre que desde el alba de la civilización le ha permitido efectuar con meridiana precisión toda clase de cálculos respecto a sus propiedades, posesiones, deudas, obligaciones, etc.
Se trata sin duda de “las cuentas”, pero no precisamente de aquellos títulos construidos por la contabilidad para que valiéndose de ellos la contaduría pueda instrumentalizar los diferentes hechos contables que se producen en una determinada entidad socioeconómica. No, se trata aquí de fundamentar aquella facultad que hace unos 25 mil años aproximadamente, junto al lenguaje y al trabajo coadyuvó para que el Homo sapiens escapara de la naturaleza y se convirtiera por fin en un ser consciente de sus aspiraciones, derechos y pretensiones respecto de aquellos objetos que le resultaban imprescindibles para su propia supervivencia.
Se trata, de explicar aquella primigenia forma de conciencia mental que en un determinado estadio de la evolución cognitiva de la humanidad, franqueada por la noción de pertenencia surge precisamente para preservar y controlar “lo mío”, es decir, ese exclusivo conjunto de bienes necesarios para la satisfacción de las necesidades más perentorias del hombre: la hacienda personal.
A diferencia de la contabilidad que con el transcurso del tiempo ha ido convirtiéndose en una actividad eminentemente académica, “las cuentas” han permanecido un tanto ajenas a dicha transformación; pues, poca o ninguna falta le hace a una persona mentalmente sana, tener que saber leer o escribir para que con cabal eficacia pueda llevar “la cuenta” de sus pertenencias, obligaciones, número de hijos, posesiones, etc.
Por lo que, es probable, que en algunas sociedades del mundo actual la contaduría quizás no exista, o la contabilidad se halle en un estado incipiente aún, pero lo que no será posible jamás, es que un hombre aún viviendo en la más remota de las culturas ignore la forma de llevar “la cuenta”, de lo que él particularmente considera suyo; en razón por cierto, de que nada de aquello, que realmente nos pertenece escapa a la esfera de nuestras “cuentas”, es decir, al imperioso deseo de tener que controlarlo.
He sido testigo como algunos iletrados aborígenes que ocupan las márgenes del río Putumayo, ayudados únicamente por el “buen sentido” (sentido común más sentido práctico), combinan “matemáticamente” semillas de aguaje de variados tamaños y colores, para llevar “la cuenta” respecto de la cantidad de pescado, yuca y otros productos que entregan a cambio de ropa, espejos y otras baratijas a buhoneros colombianos y brasileños que desde las ciudades de Leticia (Colombia) y Tabatinga (Brasil) arriban regularmente a sus comunidades, lo que a mi juicio pone en claro, que el ejercicio de “hacer cuentas” es un “hecho” consubstancial al hombre, y por consiguiente, un acto espontáneo que la razón produce.
Es pertinente anotar, que aunque “las cuentas” no guardan ninguna relación directa con la práctica de la contabilidad, bien harían los docentes de nuestras universidades donde se forman científicos contables o profesionales en contaduría, en dedicar algunas horas de su precepturía a fundamentar en los primeros ciclos de estudios, el origen y evolución histórica de “las cuentas”, pues estoy seguro, que los estudiantes comprenderían más tempranamente el carácter científico de la contabilidad, puesto que la oportuna elucidación de estos entes, contribuiría real y efectivamente a la firme comprensión de los antecedentes más remotos de la noción de propiedad, noción sobre la cual -como bien sabemos-, descansa todo el edificio que la contabilidad hoy ostenta.
“Cuentas”, contabilidad y contaduría, son conceptos que legos y entendidos en más de una ocasión hemos llegado a confundir; sin embargo, su naturaleza nos dice que se trata de “hechos” enteramente diferentes. “Las cuentas”, en sus orígenes guardan relación con la noción de pertenencia; la contabilidad, con la noción de propiedad; la contaduría, con las leyes de las sociedades más avanzadas de mediados del siglo XIX. “Las cuentas”, se desarrollan en el centro mismo del cerebro humano; la contabilidad, en el seno de las primeras organizaciones sociales del primitivismo; la contaduría, en el contexto de las naciones más desarrolladas de la sociedad moderna. Quien “hace cuentas” hace cálculos; quien se dedica a la contabilidad hace ciencia; quien ejerce la contaduría desempeña una profesión. “Las cuentas” sirven a los intereses de las personas; la contabilidad a los intereses de las entidades; y, la contaduría a los intereses de toda la sociedad.

CONTABILIDAD VERSUS CONTADURÍA

Esta nota tiene el evidente propósito de elucidar el significado de cada uno de los términos que aparecen en el encabezado; términos, que con frecuencia son utilizados de manera indistinta, es decir, bajo la concepción de que contabilidad y contaduría son en si una misma cosa. Así por ejemplo, en México si alguien va a la universidad a prepararse para contador lo hace en una “escuela de contaduría”, igual sucede en Argentina y también en Cuba; sin embargo, en nuestro país, quien estudia en la universidad dicha carrera lo hace en una “escuela de contabilidad”. Evidentemente, se trata de dos términos que fluyen de manera indistinta, para expresar un mismo concepto, donde por cierto, el significado de uno de ellos discrepa abierta y contundentemente con la realidad.
A este respecto sosteníamos en una nota anterior, que el origen de la contabilidad se halla entroncado a la noción de propiedad, que surge y se desarrolla en el seno de las organizaciones sociales del primitivismo; mientras que la contaduría –decíamos-, es una actividad eminentemente académica que surge y evoluciona en el contexto del mundo moderno, legitimada por las normas de las sociedades más avanzadas del siglo XIX.
Así pues, contabilidad y contaduría son por sus orígenes actividades enteramente diferentes. Sin embargo, así como el pensamiento es diferente de la palabra pero necesita de ella para poder expresarse; de la misma manera, la contabilidad necesita de la contaduría para expresar ante la sociedad sus innegables bondades de ciencia.
Empero, las diferencias que de origen les vienen a estas dos disciplinas, se tornan más elocuentes en la práctica social. No obstante que ambas constituyen una misma estructura científica -donde la una contiene a la otra-, su cometido es sin embargo, marcadamente diferente: a) la contabilidad, aprehende la realidad y produce conocimiento; la contaduría, procesa y comunica información; b) la contabilidad, es el qué de la estructura científica; la contaduría, es el cómo de dicha estructura; c) la primera gira en torno a un objeto de estudio; la segunda se define en función de fines y objetivos; d) el objetivo de la contabilidad radica en la producción y enriquecimiento de teorías; el objetivo de la contaduría consiste en hacer factibles dichas teorías; e) la contabilidad se define a partir del vocablo computabilis (susceptible de ser calculado); el significado de contaduría es afín a ratio rationis (computo, cuenta, sistema, método); f) quien trabaja en el campo de la contabilidad, es un trabajador del conocimiento; quien se desempeña en el ámbito de la contaduría, es un trabajador de la información; g) quienes desarrollan teorías de contabilidad se valen de la lógica, la matemática y la filosofía; quienes ejercen la contaduría, se valen de la contabilidad, el derecho, la tributación, las Tecnologías de la Información y la Comunicación - TIC.; h) la contabilidad construye y establece conceptos; la contaduría, actúa sobre la base de dichos conceptos.
La contabilidad, es fundamentalmente inquisidora, se orienta al conocimiento y parte de él para plantear y dar solución a uno y mil interrogantes. La contaduría en cambio, es constructiva, se orienta por las necesidades, y partiendo de ellas encara con sentido pragmático la solución de problemas eminentemente prácticos que se producen en el contexto de las entidades socioeconómicas.
Para desarrollar teorías de contabilidad la persona no precisa del título de contador (Pacciolo es un buen ejemplo); pero, es menester ser filósofo, científico o investigador; tener el grado de bachiller, maestro o doctor en contabilidad. El ejercicio de la contaduría requiere en cambio, además del título de contador y de la colegiatura, de la práctica recurrente de un conjunto de valores (ética), que a la postre dignifiquen la profesión y engrandezcan la propia ciencia contable.
Empero, la contaduría no es sólo un medio que sirva para expresar el pensamiento de la contabilidad, es también, su propio mecanismo de realimentación. Pues, al manifestarse la contaduría, la contabilidad actúa implícitamente sobre la diversidad de intereses de las entidades e influye en otras disciplinas (administración, derecho, economía, etc.), convirtiéndose así, además de un medio de expresión de sus propios fines, en una autentica disciplina de transformación social.
Finalmente, la contaduría es ante todo y sobre todo una moderna tecnología, por la que, la contabilidad se transforma en bienes y servicios factibles de ser usados por la sociedad. Obviamente, estos bienes y servicios son los sistemas contables, que el contador diseña y construye para procesar y comunicar información razonable, respecto de la situación financiera de las entidades, llámese empresas o instituciones.