Esta nota tiene que ver con la forma como la persona común y corriente lleva el control de sus pertenencias. Es decir, trata de aquella primigenia forma de racionalidad del hombre que desde el alba de la civilización le ha permitido efectuar con meridiana precisión toda clase de cálculos respecto a sus propiedades, posesiones, deudas, obligaciones, etc.
Se trata sin duda de “las cuentas”, pero no precisamente de aquellos títulos construidos por la contabilidad para que valiéndose de ellos la contaduría pueda instrumentalizar los diferentes hechos contables que se producen en una determinada entidad socioeconómica. No, se trata aquí de fundamentar aquella facultad que hace unos 25 mil años aproximadamente, junto al lenguaje y al trabajo coadyuvó para que el Homo sapiens escapara de la naturaleza y se convirtiera por fin en un ser consciente de sus aspiraciones, derechos y pretensiones respecto de aquellos objetos que le resultaban imprescindibles para su propia supervivencia.
Se trata, de explicar aquella primigenia forma de conciencia mental que en un determinado estadio de la evolución cognitiva de la humanidad, franqueada por la noción de pertenencia surge precisamente para preservar y controlar “lo mío”, es decir, ese exclusivo conjunto de bienes necesarios para la satisfacción de las necesidades más perentorias del hombre: la hacienda personal.
A diferencia de la contabilidad que con el transcurso del tiempo ha ido convirtiéndose en una actividad eminentemente académica, “las cuentas” han permanecido un tanto ajenas a dicha transformación; pues, poca o ninguna falta le hace a una persona mentalmente sana, tener que saber leer o escribir para que con cabal eficacia pueda llevar “la cuenta” de sus pertenencias, obligaciones, número de hijos, posesiones, etc.
Por lo que, es probable, que en algunas sociedades del mundo actual la contaduría quizás no exista, o la contabilidad se halle en un estado incipiente aún, pero lo que no será posible jamás, es que un hombre aún viviendo en la más remota de las culturas ignore la forma de llevar “la cuenta”, de lo que él particularmente considera suyo; en razón por cierto, de que nada de aquello, que realmente nos pertenece escapa a la esfera de nuestras “cuentas”, es decir, al imperioso deseo de tener que controlarlo.
He sido testigo como algunos iletrados aborígenes que ocupan las márgenes del río Putumayo, ayudados únicamente por el “buen sentido” (sentido común más sentido práctico), combinan “matemáticamente” semillas de aguaje de variados tamaños y colores, para llevar “la cuenta” respecto de la cantidad de pescado, yuca y otros productos que entregan a cambio de ropa, espejos y otras baratijas a buhoneros colombianos y brasileños que desde las ciudades de Leticia (Colombia) y Tabatinga (Brasil) arriban regularmente a sus comunidades, lo que a mi juicio pone en claro, que el ejercicio de “hacer cuentas” es un “hecho” consubstancial al hombre, y por consiguiente, un acto espontáneo que la razón produce.
Es pertinente anotar, que aunque “las cuentas” no guardan ninguna relación directa con la práctica de la contabilidad, bien harían los docentes de nuestras universidades donde se forman científicos contables o profesionales en contaduría, en dedicar algunas horas de su precepturía a fundamentar en los primeros ciclos de estudios, el origen y evolución histórica de “las cuentas”, pues estoy seguro, que los estudiantes comprenderían más tempranamente el carácter científico de la contabilidad, puesto que la oportuna elucidación de estos entes, contribuiría real y efectivamente a la firme comprensión de los antecedentes más remotos de la noción de propiedad, noción sobre la cual -como bien sabemos-, descansa todo el edificio que la contabilidad hoy ostenta.
“Cuentas”, contabilidad y contaduría, son conceptos que legos y entendidos en más de una ocasión hemos llegado a confundir; sin embargo, su naturaleza nos dice que se trata de “hechos” enteramente diferentes. “Las cuentas”, en sus orígenes guardan relación con la noción de pertenencia; la contabilidad, con la noción de propiedad; la contaduría, con las leyes de las sociedades más avanzadas de mediados del siglo XIX. “Las cuentas”, se desarrollan en el centro mismo del cerebro humano; la contabilidad, en el seno de las primeras organizaciones sociales del primitivismo; la contaduría, en el contexto de las naciones más desarrolladas de la sociedad moderna. Quien “hace cuentas” hace cálculos; quien se dedica a la contabilidad hace ciencia; quien ejerce la contaduría desempeña una profesión. “Las cuentas” sirven a los intereses de las personas; la contabilidad a los intereses de las entidades; y, la contaduría a los intereses de toda la sociedad.
Se trata sin duda de “las cuentas”, pero no precisamente de aquellos títulos construidos por la contabilidad para que valiéndose de ellos la contaduría pueda instrumentalizar los diferentes hechos contables que se producen en una determinada entidad socioeconómica. No, se trata aquí de fundamentar aquella facultad que hace unos 25 mil años aproximadamente, junto al lenguaje y al trabajo coadyuvó para que el Homo sapiens escapara de la naturaleza y se convirtiera por fin en un ser consciente de sus aspiraciones, derechos y pretensiones respecto de aquellos objetos que le resultaban imprescindibles para su propia supervivencia.
Se trata, de explicar aquella primigenia forma de conciencia mental que en un determinado estadio de la evolución cognitiva de la humanidad, franqueada por la noción de pertenencia surge precisamente para preservar y controlar “lo mío”, es decir, ese exclusivo conjunto de bienes necesarios para la satisfacción de las necesidades más perentorias del hombre: la hacienda personal.
A diferencia de la contabilidad que con el transcurso del tiempo ha ido convirtiéndose en una actividad eminentemente académica, “las cuentas” han permanecido un tanto ajenas a dicha transformación; pues, poca o ninguna falta le hace a una persona mentalmente sana, tener que saber leer o escribir para que con cabal eficacia pueda llevar “la cuenta” de sus pertenencias, obligaciones, número de hijos, posesiones, etc.
Por lo que, es probable, que en algunas sociedades del mundo actual la contaduría quizás no exista, o la contabilidad se halle en un estado incipiente aún, pero lo que no será posible jamás, es que un hombre aún viviendo en la más remota de las culturas ignore la forma de llevar “la cuenta”, de lo que él particularmente considera suyo; en razón por cierto, de que nada de aquello, que realmente nos pertenece escapa a la esfera de nuestras “cuentas”, es decir, al imperioso deseo de tener que controlarlo.
He sido testigo como algunos iletrados aborígenes que ocupan las márgenes del río Putumayo, ayudados únicamente por el “buen sentido” (sentido común más sentido práctico), combinan “matemáticamente” semillas de aguaje de variados tamaños y colores, para llevar “la cuenta” respecto de la cantidad de pescado, yuca y otros productos que entregan a cambio de ropa, espejos y otras baratijas a buhoneros colombianos y brasileños que desde las ciudades de Leticia (Colombia) y Tabatinga (Brasil) arriban regularmente a sus comunidades, lo que a mi juicio pone en claro, que el ejercicio de “hacer cuentas” es un “hecho” consubstancial al hombre, y por consiguiente, un acto espontáneo que la razón produce.
Es pertinente anotar, que aunque “las cuentas” no guardan ninguna relación directa con la práctica de la contabilidad, bien harían los docentes de nuestras universidades donde se forman científicos contables o profesionales en contaduría, en dedicar algunas horas de su precepturía a fundamentar en los primeros ciclos de estudios, el origen y evolución histórica de “las cuentas”, pues estoy seguro, que los estudiantes comprenderían más tempranamente el carácter científico de la contabilidad, puesto que la oportuna elucidación de estos entes, contribuiría real y efectivamente a la firme comprensión de los antecedentes más remotos de la noción de propiedad, noción sobre la cual -como bien sabemos-, descansa todo el edificio que la contabilidad hoy ostenta.
“Cuentas”, contabilidad y contaduría, son conceptos que legos y entendidos en más de una ocasión hemos llegado a confundir; sin embargo, su naturaleza nos dice que se trata de “hechos” enteramente diferentes. “Las cuentas”, en sus orígenes guardan relación con la noción de pertenencia; la contabilidad, con la noción de propiedad; la contaduría, con las leyes de las sociedades más avanzadas de mediados del siglo XIX. “Las cuentas”, se desarrollan en el centro mismo del cerebro humano; la contabilidad, en el seno de las primeras organizaciones sociales del primitivismo; la contaduría, en el contexto de las naciones más desarrolladas de la sociedad moderna. Quien “hace cuentas” hace cálculos; quien se dedica a la contabilidad hace ciencia; quien ejerce la contaduría desempeña una profesión. “Las cuentas” sirven a los intereses de las personas; la contabilidad a los intereses de las entidades; y, la contaduría a los intereses de toda la sociedad.
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