lunes, 26 de octubre de 2009

CONSTRUYENDO EL “ENTE CONTABLE”

En la historia real de la contabilidad resulta de extraordinaria trascendencia el concepto de “ente”. De la misma manera como en la biología se asegura la subsistencia del “ser vivo”, o en la química el concepto de “materia”, en la contabilidad subyace inamovible la noción del “ente”. Pero, ¿qué es realmente el “ente”?

Un ente es cualquier cosa en la que podamos pensar. Es todo concepto, idea u objeto, susceptible de tener existencia real, o pertenecer permanentemente al mundo interno del sujeto. Así por ejemplo, un libro, un árbol, el sol, el amor, la bondad, Dios, 1000, son entes. Ente es todo lo que proviene del pensamiento. Por consiguiente, cabe precisar que sino existiera el hombre nunca jamás existirían entes. El hombre es pues, el único “ontologizador”, es decir, el único creador de entes, de tal manera, que si un día éste desapareciera, probablemente, el sol, la tierra, los árboles, etc., seguirían existiendo, pero con seguridad, desaparecerían los entes.

Un ente es todo lo que la inteligencia humana pueda denotar, ¡eh ahí el “ser de razón” y el “ente de razón”! Ser de razón quiere decir que la razón está en aquel ser, que la razón constituye su índole, que es esencialmente racional. Ente de razón quiere decir que la razón lo ha hecho, que lo ha creado, que es obra suya.”[1]. Así pues, el concepto ser de razón envuelve a la persona humana, al ser pensante, al individuo en cuanto hombre. Mientras que ente de razón, es todo lo que el ser de razón es capaz de crear, sobre la base de su propia imaginación, intelectualidad y raciocinio.

Sin embargo, el ser de razón no vive como una individualidad, si existe es por razón de su pertenencia a un grupo o conjunto de grupos. “Su espíritu de asociación es una tendencia innata…hacia la formación del grupo como medio de realizar su progreso y perfeccionamiento social.”[2]. Esta inclinación innata de asociación, conduce al hombre a crear y vivir dentro de diversas formas de entes socioeconómicos (horda, tribu, familia, estado, comunidad, empresa, etc.), que desde el alba de la civilización han obrado como auxiliares suyos en la creación de este mundo de progreso y bienestar, que se plasma en el inconmensurable conglomerado de bienes materiales e inmateriales que constituyen el patrimonio de la humanidad, y que desde el punto de vista de la contabilidad, merece ser precisado, según se trate, por un lado del conjunto de bienes necesarios al hombre como individualidad biológica, y que por consiguiente conforman su exclusiva hacienda personal (alimento, vestido, techo, y seguridad); o, por otro, que estén referidos al conjunto de recursos que comprende el patrimonio del ente socioeconómico, cuyos medios e instrumentos (activos) son destinados a la producción de otros bienes y servicios orientados a la satisfacción de las necesidades ajenas.

Es precisamente, de la medición del patrimonio del ente socioeconómico que se ocupa la contabilidad. Verdad que la doctrina contable actualmente avala bajo el siguiente cuerpo de letra: “Los estados financieros se refieren siempre a un “ente” donde el elemento subjetivo o propietario es considerado un tercero. El concepto de “ente” es distinto del de “persona” ya que una misma persona puede producir estados financieros de varios “entes.” Sin “ente” no existe contabilidad. Así de sencillo. Declaración sin embargo, que debido al carácter genérico y simbolizante del concepto de “ente”, deviene en extremadamente ambigua e inexacta, en razón, de que el texto que contiene la declaración de este principio, no individualiza el tipo de “ente” del cual se ocupa la contabilidad. Sería preferible por lo tanto, reconocer que la contabilidad se ocupa de la entidad socioeconómica. Es decir, de aquel “ente” que exhibe concretamente: existencia real, individualidad, y autonomía, vale decir, materialidad, diferenciación, y organización propia.

Resta decir, que los principios de contabilidad son condensaciones de propuestas de contadores, discutidas entre contadores, y aprobadas en cónclaves de contadores, de ahí su eficacia para con el desempeño de la profesión del contador; más sin embargo, por su naturaleza sintética resultan inmensamente insuficientes para la prédica docente y la investigación contable.
[1] BARCIA MARTI, Roque. Orígenes de las palabras. Compañía Impresora Argentina S.A. Buenos Aires. 1930.
[2] BARRIENTOS CASOS, Luís Felipe. Los tres sindicalismos. Ediciones Continente. Lima, 1956.

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