Uno de los instrumentos más valiosos de los que se sirve la contabilidad para desarrollar su objeto de estudio, es la “partida doble”. Su valía, sin embargo, no ha sido factor determinante para la construcción de su propia definición. “No hay deudor sin acreedor, ni acreedor sin deudor” es todo lo que dicen los tratadistas contables respecto de la “partida doble”. Pero esta frase solitaria no dice mucho del principio incoativo del fenómeno, y ha servido más bien para que legos y entendidos reiteradamente infravaloren y/o trivialicen la “partida doble”. La infravaloran, cuando, por ejemplo los tratadistas no reconocen en sus obras a la “partida doble” como uno de los más grandes descubrimientos del Renacimiento y, al “Tractatus XI particularis de computis et scripturis” de Pacciolo como el primer trabajo científico llevado a cabo en el campo de la contabilidad. Se la trivializa, asimismo, cuando los académicos a diario la constriñen a una simple regla de registro contable, cuando en realidad la “partida doble” es -como dice Sombart- la simiente del capitalismo moderno.
Cuando en 1610, Juan Antonio Mochetti en el “Dell´ Universal Trattato di libri- doppi”, utiliza por primera vez el vocablo “partida doble”, para referirse al “modo de Venecia” o “modo veneciano” que Luca Pacciolo había descubierto entre 1466 y 1471 en Venecia (dado a la luz en la monumental Summa de Arithmetica, Geometria, proportioni et proportionalita, en 1494), no hace otra cosa que rebautizar al fenómeno cuyos antecedentes más remotos lo encontramos en el siglo XIV, en los libros de contabilidad de unos comerciantes italianos vecinos de las ciudades de Venecia, Florencia y Génova. Los libros de contabilidad por “partida doble”, más antiguos de los que se tenga noticia –dice Boter en “Las Doctrinas Contables”- , “son: en Florencia, unos libros fechados en 1335, de una casa comercial, y otros de 1368 (...) referente a una fábrica de artículos de lana; en Génova unos libros del año 1340; y en Venecia, unos de 1405”.
Pero, la historia real de la “partida doble” no comenzaría en 1610 con el Trattato de Mochetti, ni en 1494 con la Summa de Pacciolo, sino que se remontaría a unos mil años antes hoy. Pues, hay quienes sostienen que la “partida doble” habría existido ya en los tiempos de las primeras Cruzadas, es decir, en el siglo XI de nuestra era, y que habría sido “ideada” por los comerciantes de ultramar durante sus largas travesías entre Europa y Oriente Medio, acompañando a los Cruzados.
Por cierto que la historia de la “partida doble” no ha estado exenta de serias dificultades. Cabe afirmar, que en el transcurso de su trayectoria han surgido movimientos en favor y en contra de su aplicación. En la ex Unión Soviética –por ejemplo- luego de instaurado el Socialismo, el Pleno del V Congreso del Partido Comunista vetó a la “partida doble” achacándola de instrumento servil del capitalismo, acordando su “expulsión” inmediata de la URSS., a la vez que dispuso sea reemplazada por la “partida triple”, una técnica que desde 1912 venía siendo estudiada por T.d´Eserky, por expresa recomendación del Congreso Científico de Contabilidad que se celebró ese año en Cherleroy.
Sin embargo, la “partida doble” ha logrado imponerse como el lenguaje universal de los negocios. Desde su modesta condición de “modo de cuentas” allá en el siglo XIII, escaló las cumbres del conocimiento científico para convertirse a mediados del siglo XX en “principio contable”, no sin haber recibido en el ínterin una pluralidad de denominaciones, como: procedimiento, método y sistema, cuya secuencia histórica la podemos resumir de la siguiente manera: a) “modo de cuentas” (sentido común de los comerciantes del siglo XIII); b) “procedimiento contable” (sentido práctico de los contables del siglo XIV); c) “método contable” (“buen sentido” de los intelectuales del Renacimiento); d) “sistema contable” (sentido técnico de los tenedores de libros de los siglos XVII, XVIII y XIX) ; e) “principio contable” (sentido científico de los profesionales de la contabilidad de los siglos XIX); f) “Constante de Cambio” (.sentido filosófico de los investigadores sociales del siglo XXI).
¡Eh ahí, la insenescencia de la “partida doble”! Su inmutabilidad por cerca de mil años. Porque insenescencia es precisamente “la cualidad de no envejecer” (DRAE). Y, la “partida doble” no ha envejecido y no va ha envejecer jamás, porque pertenece a ese tipo de fenómenos (constante de cambio) que no cambian ni ven alterada su naturaleza con el transcurrir del tiempo, porque obedecen a leyes precisas y unívocas exentas de todo error. La “partida doble” no es un sistema, un método, o una técnica, ni mucho menos. La “partida doble” es una construcción filosófica que se afirma en el concepto del ser – natural – humano: el hombre. Ser finito y menesterosos dotado de múltiples necesidades y limitaciones que la obligan a entablar con sus semejantes la eterna relación de “dar y recibir” y viceversa. La “partida doble” –que duda cabe- expresa la inextinguible cualidad del hombre en su eterno papel de “deudor” y “acreedor”, filosóficamente transportada al ámbito del “ente socioeconómico”.
En otras palabras, la “partida doble” expresa el hecho antropológico del “dar y recibir”, transportado intactamente por la Doctrina de la Personificación de las Cuentas (DPC) al ámbito de la entidad socioeconómica dentro lo siguientes criterios y parámetros:
- Correspondencia: quien recibe es deudor, quien entrega es acreedor.
- Reciprocidad: no hay deudor sin acreedor y viceversa.
- Equivalencia: todo valor que ingresa debe ser igual al valor que sale.
- Consistencia: todo valor que ingresa por una cuenta debe salir por la misma cuenta.
- Confrontabilidad: las pérdidas se debitan, las ganancias se acreditan.
Cuando en 1610, Juan Antonio Mochetti en el “Dell´ Universal Trattato di libri- doppi”, utiliza por primera vez el vocablo “partida doble”, para referirse al “modo de Venecia” o “modo veneciano” que Luca Pacciolo había descubierto entre 1466 y 1471 en Venecia (dado a la luz en la monumental Summa de Arithmetica, Geometria, proportioni et proportionalita, en 1494), no hace otra cosa que rebautizar al fenómeno cuyos antecedentes más remotos lo encontramos en el siglo XIV, en los libros de contabilidad de unos comerciantes italianos vecinos de las ciudades de Venecia, Florencia y Génova. Los libros de contabilidad por “partida doble”, más antiguos de los que se tenga noticia –dice Boter en “Las Doctrinas Contables”- , “son: en Florencia, unos libros fechados en 1335, de una casa comercial, y otros de 1368 (...) referente a una fábrica de artículos de lana; en Génova unos libros del año 1340; y en Venecia, unos de 1405”.
Pero, la historia real de la “partida doble” no comenzaría en 1610 con el Trattato de Mochetti, ni en 1494 con la Summa de Pacciolo, sino que se remontaría a unos mil años antes hoy. Pues, hay quienes sostienen que la “partida doble” habría existido ya en los tiempos de las primeras Cruzadas, es decir, en el siglo XI de nuestra era, y que habría sido “ideada” por los comerciantes de ultramar durante sus largas travesías entre Europa y Oriente Medio, acompañando a los Cruzados.
Por cierto que la historia de la “partida doble” no ha estado exenta de serias dificultades. Cabe afirmar, que en el transcurso de su trayectoria han surgido movimientos en favor y en contra de su aplicación. En la ex Unión Soviética –por ejemplo- luego de instaurado el Socialismo, el Pleno del V Congreso del Partido Comunista vetó a la “partida doble” achacándola de instrumento servil del capitalismo, acordando su “expulsión” inmediata de la URSS., a la vez que dispuso sea reemplazada por la “partida triple”, una técnica que desde 1912 venía siendo estudiada por T.d´Eserky, por expresa recomendación del Congreso Científico de Contabilidad que se celebró ese año en Cherleroy.
Sin embargo, la “partida doble” ha logrado imponerse como el lenguaje universal de los negocios. Desde su modesta condición de “modo de cuentas” allá en el siglo XIII, escaló las cumbres del conocimiento científico para convertirse a mediados del siglo XX en “principio contable”, no sin haber recibido en el ínterin una pluralidad de denominaciones, como: procedimiento, método y sistema, cuya secuencia histórica la podemos resumir de la siguiente manera: a) “modo de cuentas” (sentido común de los comerciantes del siglo XIII); b) “procedimiento contable” (sentido práctico de los contables del siglo XIV); c) “método contable” (“buen sentido” de los intelectuales del Renacimiento); d) “sistema contable” (sentido técnico de los tenedores de libros de los siglos XVII, XVIII y XIX) ; e) “principio contable” (sentido científico de los profesionales de la contabilidad de los siglos XIX); f) “Constante de Cambio” (.sentido filosófico de los investigadores sociales del siglo XXI).
¡Eh ahí, la insenescencia de la “partida doble”! Su inmutabilidad por cerca de mil años. Porque insenescencia es precisamente “la cualidad de no envejecer” (DRAE). Y, la “partida doble” no ha envejecido y no va ha envejecer jamás, porque pertenece a ese tipo de fenómenos (constante de cambio) que no cambian ni ven alterada su naturaleza con el transcurrir del tiempo, porque obedecen a leyes precisas y unívocas exentas de todo error. La “partida doble” no es un sistema, un método, o una técnica, ni mucho menos. La “partida doble” es una construcción filosófica que se afirma en el concepto del ser – natural – humano: el hombre. Ser finito y menesterosos dotado de múltiples necesidades y limitaciones que la obligan a entablar con sus semejantes la eterna relación de “dar y recibir” y viceversa. La “partida doble” –que duda cabe- expresa la inextinguible cualidad del hombre en su eterno papel de “deudor” y “acreedor”, filosóficamente transportada al ámbito del “ente socioeconómico”.
En otras palabras, la “partida doble” expresa el hecho antropológico del “dar y recibir”, transportado intactamente por la Doctrina de la Personificación de las Cuentas (DPC) al ámbito de la entidad socioeconómica dentro lo siguientes criterios y parámetros:
- Correspondencia: quien recibe es deudor, quien entrega es acreedor.
- Reciprocidad: no hay deudor sin acreedor y viceversa.
- Equivalencia: todo valor que ingresa debe ser igual al valor que sale.
- Consistencia: todo valor que ingresa por una cuenta debe salir por la misma cuenta.
- Confrontabilidad: las pérdidas se debitan, las ganancias se acreditan.
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