sábado, 31 de octubre de 2009

LAS MYPE CON ACTIVOS QUE HACEN MUUU...

Asesoro contablemente a varias MYPE con activos que hacen muuu…uuu, en la ciudad de Chiclayo. Mejor dicho, asesoro a varias microempresas dedicadas a la producción de leche fresca en esa parte del país. En total suman cerca de una docena estas MYPE., que han surgido a partir de la experiencia empírica de igual número de emprendedores que por varios años venían explotando informalmente la actividad lechera en la Región Lambayeque; pero, lamentablemente venían haciéndolo sin éxito, a tal punto que sus emprendimientos familiares se encontraban a punto de desaparecer debido a los altos costos de los insumos para el sustento del ganado y el bajo precio de la leche fresca en el mercado local.
Por agosto de 2008 no reunimos con varios de estos emprendedores para estudiar la posibilidad de que su situación mejorase. La idea era de que estos estoicos emprendedores de la actividad pecuaria informal, a partir de los activos que poseían y explotaban se convirtieran en competitivos microempresarios de la moderna industria agropecuaria, por lo que, sobre la base de las relaciones de parentesco que se tejían al interno de la actividad que venían desarrollando, les propuse que se constituyeran en microempresas familiares bajo la forma de personas jurídicas, como: sociedades anónimas o sociedades de responsabilidad limitada.
Profeso la creencia de que el Perú es un país con muchísimos emprendedores y muy pocos empresarios. He dirigido por varios años un programa de capacitación de emprendedores en la ciudad de Iquitos, al mismo tiempo que he asesorado a un número bastante amplio de pequeños empresarios en varias ciudades del país, y sé por ello, que entre emprendedor y empresario median sustanciales diferencias, que solo pueden ser superadas si es que se orienta y revalora la convicción y experiencia del primero. A diferencia del empresario que opera bajo una razón social, una dirección empresarial, tiene una clientela, paga impuestos, y es sujeto de crédito; el emprendedor solo tiene la férrea determinación de llevar adelante un negocio, pero no posee realmente una empresa.
Rememorando una frase de Egórov, que dice: “Ver el polo Norte no es difícil. Lo difícil es llegar hasta el lugar desde el que pueda verse”, construimos nuestro propio slogan de trabajo, que decía: “Ver el éxito empresarial no es difícil. Lo difícil es llegar a un punto del pensamiento desde el cual se le pueda divisar”. Ese punto del pensamiento era sin duda las declaraciones de visión y misión empresarial, que había que comenzar a formularlas en conjunto, para lo cual incorporamos al equipo facilitador a un connotado profesional médico veterinario y exitoso microempresario en el rubro lechero.
El análisis FODA nos permitió determinar que contrariamente a la baja del precio de venta de la leche fresca en el mercado local y los altos costos de los insumos alimenticios para el ganado, que amenazaban con hacer desaparecer en el acto a estos pequeños emprendimientos; la Ley de las MYPE. y la demanda de vientres de vacunos de alto potencial genético en el mercado externo (Ecuador) e interno, se perfilaban como importantes oportunidades para la actividad pecuaria en la Región.
Paralelamente, la auditoría al ambiente interno determinó que la alta calidad de los hatos lecheros de todos y cada uno de los emprendedores del grupo, constituían contundentes fortalezas frente a la precaria gestión empresarial y a la falta de capital de trabajo, que constituían evidentes debilidades.
Una declaración de misión que dejaba de lado la leche fresca como principal producto, y que apuntaría a la producción de vientres de alto poder genético para atender la demanda del mercado interno y externo, permitió desterrar de un solo plumazo la amenaza que se cernía sobre los otrora precarios emprendimientos, para dar paso a prometedoras microempresas, cuya declaración de visión reza más o menos así: “erguirse y consolidarse como la moderna empresa familiar abocada a producir bienes y servicios agropecuarios de alta calidad que contribuyan relevantemente a la conformación de un sector ganadero altamente competitivo en la Región Lambayeque”.
A menos de un año de conformadas estas microempresas que utilizan actualmente inseminación artificial, trasplante de embriones, ordeño mecanizado, y cuentan con capital de trabajo vía la banca, han constituido recientemente el Consorcio Regional Agropecuario “Lambayeque” SAC,, que en adelante se encargará de la producción de forraje y concentrados, la conformación de un centro de recría, y la instalación de una planta procesadora de leche pasteurizada y otros derivados lácteos.
Vemos pues, como un pequeño paquete de tecnologías apropiadas y apropiables, como son: la inseminación artificial, el transplante de embriones, el ordeño mecanizado, etc., y algunos conceptos elementales de la administración científica (análisis FODA), fueron en este caso, medios e instrumentos suficientes para cambiar en poquísimo tiempo, la actitud inefectiva de todo un conjunto de familias que por varias generaciones venían desarrollando la actividad pecuaria en torno a viejas creencias y falsos paradigmas, como los siguientes: a) los empresarios nacen, no se hacen; b) cualquiera no puede comenzar un negocio; c) los empresarios quieren todo para ellos; d) los empresarios pagan su éxito con estrés y salud; e) los empresarios deben ser jóvenes y enérgicos; f) los empresarios son “lobos solitarios”, no pueden trabajar en equipo ni asociarse; g) el dinero es lo más importante para ellos, necesitan mucho de eso para comenzar; h) emprender un negocio es costoso y generalmente termina en fracasos; j) a menos que tenga un coeficiente de inteligencia elevado, nunca será un empresario exitoso.

HAY, CONTADORES…MUCHÍSIMO QUE HACER

Existen varias razones por las cuales la contabilidad está poco desarrollada como ciencia. Sin embargo, una puede ser considerada fundamental: la carencia de una adecuada formación científica de los contadores en las universidades de nuestro país; debido, evidentemente a la falta de una política institucional que privilegie en dichas instituciones la investigación científica en el campo contable, para así desterrar la vieja creencia de que la “partida doble” es la contabilidad en si, o que ésta sirve únicamente para liquidar imposiciones tributarias cada fin de mes.
Quienes en los últimos años hemos pasado por las aulas universitarias, como aprendientes primero luego como docentes en el área de contabilidad, conocemos perfectamente que los estudiantes de contaduría de la mayoría de nuestras universidades tanto nacionales como particulares no reciben una formación científica adecuada. Muy por el contrario, bajo un criterio en extremo pragmático y utilitarista son entrenados durante todo la jornada de su carrera, para operar con cierta eficiencia preconcebidos planes de cuentas, cuya mecanicidad como es natural, inhibe al estudiante e incluso al docente de toda iniciativa investigativa.
Como corolario de esta errónea práctica académica la mayoría de universidades donde actualmente se enseña contabilidad -en abierta contradicción a su propia misión y objetivos-, ofertan a los egresados de esta carrera -en el proceso de obtención del título de contador- los llamados “cursos de actualización”, como queriendo decir, que en el ámbito de la contabilidad no hay lugar para la investigación científica o exista problema alguno que merezca investigar vía una tesis de grado.
Sin embargo, los resultados de varios cientos de estos trabajos de investigación, podrían contribuir a dotar a la contabilidad de una estructura formal, que explique con objetividad y coherencia la “materialidad” de esta disciplina, y el porqué la contabilidad actualmente es una “noción objetiva” universalmente aceptada.
Por consiguiente, en este campo como decía Vallejo, hay…muchísimo que hacer. Por lo que es preciso que en las escuelas de contabilidad de nuestras universidades y en el seno de los Colegios de Contadores de todo el país, nazcan sin mayores preámbulos iniciativas que conduzcan al desarrollo de proyectos de investigación, orientados fundamentalmente a dotar a la contabilidad de una teoría científica, cuya terminología, conceptos y definiciones permitan que en las universidades y en cuanta institución donde se enseña contabilidad, se reemplace la vieja muletilla del “ya saben ustedes a que me refiero”, por argumentos dotados de mayor racionalidad y sentido epistemológico, como por ejemplo: “con estos términos nos referimos exactamente a esta cosa, a este objeto, a esta relación o a esta función”.

Con lo anterior, jamás queremos decir, que en la actualidad la contabilidad carezca por completo de un marco teórico. Tal afirmación equivaldría a calificar a esta disciplina como una actividad eminentemente empírica, lo que por cierto no es así. Lo que realmente sucede es que las diferentes teorías que rigen la práctica de la contabilidad carecen de unicidad, debido a que actualmente no existe una concepción filosófica que oriente y guíe la visión cientificista de esta disciplina. Ejemplos en este sentido, abundan. Sin embargo, bastará uno para ilustrar tal dispersión. Existen por lo menos cuatro teorías que tratan de explicar el origen de la contabilidad. Desde aquella que con sentido remoto sostiene que el origen de esta disciplina se halla en las primeras actividades económicas que realiza el hombre del primitivismo; hasta una de visión más contemporánea que afirma resueltamente que el origen de la contabilidad está ligado a la naturaleza y origen de la “partida doble”. Una tercera teoría de corte un tanto intermedio refiere que la contabilidad surge en el momento en el cual surge el intercambio lucrativo de bienes: el comercio. Y una última, es aquella que liga a la contabilidad con la invención de los números y la aparición de la escritura.
Entre paréntesis piense el lector, la tamaña confusión que estas teorías pueden generar en la mente de un aprendiz de contabilidad. Cómo es que un estudiante que se encuentra en el partidor de su carrera puede encontrar una explicación lógica, al porqué de esta diversidad de creencias sobre un mismo objeto. Igualmente, cómo un profesor de contabilidad puede dar respuesta a tamaño interrogante, si la literatura a la cual acude y consulta para desarrollar su cátedra, reviste igualmente ambigüedades como las que acabamos de señalar. La hipótesis a este respecto, es que: las teorías que actualmente rigen la práctica de la contabilidad son fragmentarias y ambiguas…debido a que carecen de un marco filosófico que les dé unicidad…para explicar con firmeza el carácter de ciencia social de esta disciplina, que para legos, y un sinnúmero de desavisados entendidos, es, nada más que una técnica.
Pero a quienes piensan que la contabilidad es una técnica, habría que recordarles que toda técnica sirve a una ciencia en particular. Así por ejemplo, la mecánica como técnica, no puede prescindir de la mecánica teórica. La electrónica no puede prescindir de la electrodinámica y de la teoría cuántica. La ingeniería nuclear jamás existiría de no ser por la existencia de la física nuclear. Las técnicas -como bien refiere Bunge-, son simples herramientas de la ciencia y de la tecnología. Por lo que cabe preguntarse. ¿Cuál es esa ciencia a la que la contabilidad sirve como técnica? La respuesta es obvia: a ninguna que no sea la propia contabilidad.

lunes, 26 de octubre de 2009

PRINCIPIO Y COMIENZO DE LA CONTABILIDAD

Esta nota está dirigida a los contadores y a los estudiantes de contabilidad. Pero, no por ello hablaré de estados financieros, cargo y abono, “partida doble”. Nada diré respecto del activo y el pasivo. A no ser que se refiera al “pasivo” aquel, que los contadores mantenemos con la propia contabilidad. Esa deuda histórica, que desde los tiempos de Pacciolo no hemos sido capaces de honrarla. Me refiero, a la construcción de un marco filosófico que oriente y guíe la visión cientificista de la contabilidad, que por inexplicables razones hasta hoy no hemos sido capaces de formularlo siquiera; a tal punto, que en pleno siglo XXI, nos encontramos todavía en la edad de la inocencia, paseando por el Jardín del Edén sin un retazo de filosofía que nos cubra, yendo desnudos y sin avergonzarnos ante el dios de la contabilidad.
Profeso la idea de que la universidad sigue siendo la quintaesencia del saber, por consiguiente, creo, que es ésta la única institución natural capaz de llevar a cabo un proyecto que logre impulsar el desarrollo de la contabilidad a un nivel de ciencia. Pero, también soy de los que sospechan, que estando como están las universidades en nuestro país, operando dentro de un sistema económico que ha hecho de estas instituciones verdaderas factorías de auténticas replicas del Homo faber, difícilmente podríamos esperar –por lo menos en el corto plazo- alguna posibilidad, de que dicho proyecto pueda llevarse a cabo con toda efectividad.
Pero lo que no se puede prestar a sospechas, es que sin la presencia de un marco filosófico, los contadores jamás podremos avanzar hacia la construcción de una teoría científica de la contabilidad. “Si se expulsa del espíritu a la gran filosofía por la puerta principal -decía Charles A. Berd, refiriéndose a la Historia-, entonces se introducen ostensiblemente por la puerta trasera los estrechos y localistas prejuicios de clase…”. Igualmente, Engels en su época, había advertido a los representantes de las ciencias naturales que “cualquier intento de negar el papel de la filosofía en estas ciencias o incluso el empeño en eliminarlas de este ámbito de la investigación…las hará caer en la peor de las filosofías: una amalgama de migajas de saber escolar con las opiniones en curso y a la moda sobre temas de la época”.
En efecto, ni más ni menos, sucede con la contabilidad en nuestro país. La realidad revela como es que las escuelas de contabilidad de las universidades, han caído inmisericordemente en esa “amalgama de migajas de saber escolar”, y esas “opiniones en curso” impuestas sutilmente por los prejuicios del laissez – faire, que en abierta oposición a lo que la investigación científica pueda lograr en el largo plazo, guzga la importancia de la contabilidad única y exclusivamente por su utilidad práctica, a tal punto, que ha puesto a esta disciplina en el escaparate de los bienes y servicios de consumo, universalizando la creencia de que la teneduría de libros, los sistemas contables, o las NIFF (entre otros conceptos operativos), representan la contabilidad en sí, cuando en realidad, son, sólo instrumentos creados por la teoría de la contabilidad para operar y resolver problemas específicos en el seno de las entidades.
Qué existe una teoría científica de la contabilidad, ciertamente existe. Sin embargo, el hecho de permanecer “oculta” durante el proceso de formación del contador, ha sumido a este profesional en la más absoluta servidumbre técnica, confinándolo inclementemente en la total impericia científica, a tal punto, que hoy en día para graduarse un estudiante de contabilidad, jamás piensa en desarrollar una tesis, sino, que deliberadamente recurre a los atajos que el sistema vía la propia universidad muy alegremente le ofrece.
De la misma manera, como los primeros físicos para poder describir con veracidad los fenómenos naturales debieron formularse una hipótesis respecto del nacimiento del universo, igualmente, a los contadores nos queda por descubrir el principio y comienzo de la contabilidad. Porque, si algo como la contabilidad existe hoy, es debido a un suceso que le ha dado existencia en algún lugar y punto del tiempo. De allí la deleitosa necesidad de indagar respecto de su origen, causas y antecedentes.

“LAS CUENTAS”

Esta nota tiene que ver con la forma como la persona común y corriente lleva el control de sus pertenencias. Es decir, trata de aquella primigenia forma de racionalidad del hombre que desde el alba de la civilización le ha permitido efectuar con meridiana precisión toda clase de cálculos respecto a sus propiedades, posesiones, deudas, obligaciones, etc.
Se trata sin duda de “las cuentas”, pero no precisamente de aquellos títulos construidos por la contabilidad para que valiéndose de ellos la contaduría pueda instrumentalizar los diferentes hechos contables que se producen en una determinada entidad socioeconómica. No, se trata aquí de fundamentar aquella facultad que hace unos 25 mil años aproximadamente, junto al lenguaje y al trabajo coadyuvó para que el Homo sapiens escapara de la naturaleza y se convirtiera por fin en un ser consciente de sus aspiraciones, derechos y pretensiones respecto de aquellos objetos que le resultaban imprescindibles para su propia supervivencia.
Se trata, de explicar aquella primigenia forma de conciencia mental que en un determinado estadio de la evolución cognitiva de la humanidad, franqueada por la noción de pertenencia surge precisamente para preservar y controlar “lo mío”, es decir, ese exclusivo conjunto de bienes necesarios para la satisfacción de las necesidades más perentorias del hombre: la hacienda personal.
A diferencia de la contabilidad que con el transcurso del tiempo ha ido convirtiéndose en una actividad eminentemente académica, “las cuentas” han permanecido un tanto ajenas a dicha transformación; pues, poca o ninguna falta le hace a una persona mentalmente sana, tener que saber leer o escribir para que con cabal eficacia pueda llevar “la cuenta” de sus pertenencias, obligaciones, número de hijos, posesiones, etc.
Por lo que, es probable, que en algunas sociedades del mundo actual la contaduría quizás no exista, o la contabilidad se halle en un estado incipiente aún, pero lo que no será posible jamás, es que un hombre aún viviendo en la más remota de las culturas ignore la forma de llevar “la cuenta”, de lo que él particularmente considera suyo; en razón por cierto, de que nada de aquello, que realmente nos pertenece escapa a la esfera de nuestras “cuentas”, es decir, al imperioso deseo de tener que controlarlo.
He sido testigo como algunos iletrados aborígenes que ocupan las márgenes del río Putumayo, ayudados únicamente por el “buen sentido” (sentido común más sentido práctico), combinan “matemáticamente” semillas de aguaje de variados tamaños y colores, para llevar “la cuenta” respecto de la cantidad de pescado, yuca y otros productos que entregan a cambio de ropa, espejos y otras baratijas a buhoneros colombianos y brasileños que desde las ciudades de Leticia (Colombia) y Tabatinga (Brasil) arriban regularmente a sus comunidades, lo que a mi juicio pone en claro, que el ejercicio de “hacer cuentas” es un “hecho” consubstancial al hombre, y por consiguiente, un acto espontáneo que la razón produce.
Es pertinente anotar, que aunque “las cuentas” no guardan ninguna relación directa con la práctica de la contabilidad, bien harían los docentes de nuestras universidades donde se forman científicos contables o profesionales en contaduría, en dedicar algunas horas de su precepturía a fundamentar en los primeros ciclos de estudios, el origen y evolución histórica de “las cuentas”, pues estoy seguro, que los estudiantes comprenderían más tempranamente el carácter científico de la contabilidad, puesto que la oportuna elucidación de estos entes, contribuiría real y efectivamente a la firme comprensión de los antecedentes más remotos de la noción de propiedad, noción sobre la cual -como bien sabemos-, descansa todo el edificio que la contabilidad hoy ostenta.
“Cuentas”, contabilidad y contaduría, son conceptos que legos y entendidos en más de una ocasión hemos llegado a confundir; sin embargo, su naturaleza nos dice que se trata de “hechos” enteramente diferentes. “Las cuentas”, en sus orígenes guardan relación con la noción de pertenencia; la contabilidad, con la noción de propiedad; la contaduría, con las leyes de las sociedades más avanzadas de mediados del siglo XIX. “Las cuentas”, se desarrollan en el centro mismo del cerebro humano; la contabilidad, en el seno de las primeras organizaciones sociales del primitivismo; la contaduría, en el contexto de las naciones más desarrolladas de la sociedad moderna. Quien “hace cuentas” hace cálculos; quien se dedica a la contabilidad hace ciencia; quien ejerce la contaduría desempeña una profesión. “Las cuentas” sirven a los intereses de las personas; la contabilidad a los intereses de las entidades; y, la contaduría a los intereses de toda la sociedad.

CONTABILIDAD VERSUS CONTADURÍA

Esta nota tiene el evidente propósito de elucidar el significado de cada uno de los términos que aparecen en el encabezado; términos, que con frecuencia son utilizados de manera indistinta, es decir, bajo la concepción de que contabilidad y contaduría son en si una misma cosa. Así por ejemplo, en México si alguien va a la universidad a prepararse para contador lo hace en una “escuela de contaduría”, igual sucede en Argentina y también en Cuba; sin embargo, en nuestro país, quien estudia en la universidad dicha carrera lo hace en una “escuela de contabilidad”. Evidentemente, se trata de dos términos que fluyen de manera indistinta, para expresar un mismo concepto, donde por cierto, el significado de uno de ellos discrepa abierta y contundentemente con la realidad.
A este respecto sosteníamos en una nota anterior, que el origen de la contabilidad se halla entroncado a la noción de propiedad, que surge y se desarrolla en el seno de las organizaciones sociales del primitivismo; mientras que la contaduría –decíamos-, es una actividad eminentemente académica que surge y evoluciona en el contexto del mundo moderno, legitimada por las normas de las sociedades más avanzadas del siglo XIX.
Así pues, contabilidad y contaduría son por sus orígenes actividades enteramente diferentes. Sin embargo, así como el pensamiento es diferente de la palabra pero necesita de ella para poder expresarse; de la misma manera, la contabilidad necesita de la contaduría para expresar ante la sociedad sus innegables bondades de ciencia.
Empero, las diferencias que de origen les vienen a estas dos disciplinas, se tornan más elocuentes en la práctica social. No obstante que ambas constituyen una misma estructura científica -donde la una contiene a la otra-, su cometido es sin embargo, marcadamente diferente: a) la contabilidad, aprehende la realidad y produce conocimiento; la contaduría, procesa y comunica información; b) la contabilidad, es el qué de la estructura científica; la contaduría, es el cómo de dicha estructura; c) la primera gira en torno a un objeto de estudio; la segunda se define en función de fines y objetivos; d) el objetivo de la contabilidad radica en la producción y enriquecimiento de teorías; el objetivo de la contaduría consiste en hacer factibles dichas teorías; e) la contabilidad se define a partir del vocablo computabilis (susceptible de ser calculado); el significado de contaduría es afín a ratio rationis (computo, cuenta, sistema, método); f) quien trabaja en el campo de la contabilidad, es un trabajador del conocimiento; quien se desempeña en el ámbito de la contaduría, es un trabajador de la información; g) quienes desarrollan teorías de contabilidad se valen de la lógica, la matemática y la filosofía; quienes ejercen la contaduría, se valen de la contabilidad, el derecho, la tributación, las Tecnologías de la Información y la Comunicación - TIC.; h) la contabilidad construye y establece conceptos; la contaduría, actúa sobre la base de dichos conceptos.
La contabilidad, es fundamentalmente inquisidora, se orienta al conocimiento y parte de él para plantear y dar solución a uno y mil interrogantes. La contaduría en cambio, es constructiva, se orienta por las necesidades, y partiendo de ellas encara con sentido pragmático la solución de problemas eminentemente prácticos que se producen en el contexto de las entidades socioeconómicas.
Para desarrollar teorías de contabilidad la persona no precisa del título de contador (Pacciolo es un buen ejemplo); pero, es menester ser filósofo, científico o investigador; tener el grado de bachiller, maestro o doctor en contabilidad. El ejercicio de la contaduría requiere en cambio, además del título de contador y de la colegiatura, de la práctica recurrente de un conjunto de valores (ética), que a la postre dignifiquen la profesión y engrandezcan la propia ciencia contable.
Empero, la contaduría no es sólo un medio que sirva para expresar el pensamiento de la contabilidad, es también, su propio mecanismo de realimentación. Pues, al manifestarse la contaduría, la contabilidad actúa implícitamente sobre la diversidad de intereses de las entidades e influye en otras disciplinas (administración, derecho, economía, etc.), convirtiéndose así, además de un medio de expresión de sus propios fines, en una autentica disciplina de transformación social.
Finalmente, la contaduría es ante todo y sobre todo una moderna tecnología, por la que, la contabilidad se transforma en bienes y servicios factibles de ser usados por la sociedad. Obviamente, estos bienes y servicios son los sistemas contables, que el contador diseña y construye para procesar y comunicar información razonable, respecto de la situación financiera de las entidades, llámese empresas o instituciones.

CONSTRUYENDO EL “ENTE CONTABLE”

En la historia real de la contabilidad resulta de extraordinaria trascendencia el concepto de “ente”. De la misma manera como en la biología se asegura la subsistencia del “ser vivo”, o en la química el concepto de “materia”, en la contabilidad subyace inamovible la noción del “ente”. Pero, ¿qué es realmente el “ente”?

Un ente es cualquier cosa en la que podamos pensar. Es todo concepto, idea u objeto, susceptible de tener existencia real, o pertenecer permanentemente al mundo interno del sujeto. Así por ejemplo, un libro, un árbol, el sol, el amor, la bondad, Dios, 1000, son entes. Ente es todo lo que proviene del pensamiento. Por consiguiente, cabe precisar que sino existiera el hombre nunca jamás existirían entes. El hombre es pues, el único “ontologizador”, es decir, el único creador de entes, de tal manera, que si un día éste desapareciera, probablemente, el sol, la tierra, los árboles, etc., seguirían existiendo, pero con seguridad, desaparecerían los entes.

Un ente es todo lo que la inteligencia humana pueda denotar, ¡eh ahí el “ser de razón” y el “ente de razón”! Ser de razón quiere decir que la razón está en aquel ser, que la razón constituye su índole, que es esencialmente racional. Ente de razón quiere decir que la razón lo ha hecho, que lo ha creado, que es obra suya.”[1]. Así pues, el concepto ser de razón envuelve a la persona humana, al ser pensante, al individuo en cuanto hombre. Mientras que ente de razón, es todo lo que el ser de razón es capaz de crear, sobre la base de su propia imaginación, intelectualidad y raciocinio.

Sin embargo, el ser de razón no vive como una individualidad, si existe es por razón de su pertenencia a un grupo o conjunto de grupos. “Su espíritu de asociación es una tendencia innata…hacia la formación del grupo como medio de realizar su progreso y perfeccionamiento social.”[2]. Esta inclinación innata de asociación, conduce al hombre a crear y vivir dentro de diversas formas de entes socioeconómicos (horda, tribu, familia, estado, comunidad, empresa, etc.), que desde el alba de la civilización han obrado como auxiliares suyos en la creación de este mundo de progreso y bienestar, que se plasma en el inconmensurable conglomerado de bienes materiales e inmateriales que constituyen el patrimonio de la humanidad, y que desde el punto de vista de la contabilidad, merece ser precisado, según se trate, por un lado del conjunto de bienes necesarios al hombre como individualidad biológica, y que por consiguiente conforman su exclusiva hacienda personal (alimento, vestido, techo, y seguridad); o, por otro, que estén referidos al conjunto de recursos que comprende el patrimonio del ente socioeconómico, cuyos medios e instrumentos (activos) son destinados a la producción de otros bienes y servicios orientados a la satisfacción de las necesidades ajenas.

Es precisamente, de la medición del patrimonio del ente socioeconómico que se ocupa la contabilidad. Verdad que la doctrina contable actualmente avala bajo el siguiente cuerpo de letra: “Los estados financieros se refieren siempre a un “ente” donde el elemento subjetivo o propietario es considerado un tercero. El concepto de “ente” es distinto del de “persona” ya que una misma persona puede producir estados financieros de varios “entes.” Sin “ente” no existe contabilidad. Así de sencillo. Declaración sin embargo, que debido al carácter genérico y simbolizante del concepto de “ente”, deviene en extremadamente ambigua e inexacta, en razón, de que el texto que contiene la declaración de este principio, no individualiza el tipo de “ente” del cual se ocupa la contabilidad. Sería preferible por lo tanto, reconocer que la contabilidad se ocupa de la entidad socioeconómica. Es decir, de aquel “ente” que exhibe concretamente: existencia real, individualidad, y autonomía, vale decir, materialidad, diferenciación, y organización propia.

Resta decir, que los principios de contabilidad son condensaciones de propuestas de contadores, discutidas entre contadores, y aprobadas en cónclaves de contadores, de ahí su eficacia para con el desempeño de la profesión del contador; más sin embargo, por su naturaleza sintética resultan inmensamente insuficientes para la prédica docente y la investigación contable.
[1] BARCIA MARTI, Roque. Orígenes de las palabras. Compañía Impresora Argentina S.A. Buenos Aires. 1930.
[2] BARRIENTOS CASOS, Luís Felipe. Los tres sindicalismos. Ediciones Continente. Lima, 1956.

QUIÉN PODRÁ AYUDAR A LOS MICROEMPRESARIOS A RENOVAR SU CULTURA EMPRESARIAL

Nadie duda de las diferencias que existen entre las MYPE y la mediana y la gran empresa. La diferencia más notoria es la cantidad de recursos materiales, informáticos y financieros que estas manejan. Sin embargo, tanto o más importante que dichos recursos es la cultura organizacional. Es decir, el conjunto de normas, hábitos y valores que rigen la vida de la micro y pequeña empresa, que a diferencia de los recursos tangibles que pueden obtenerse discrecionalmente en el mercado, la cultura organizacional está directamente vinculada al conjunto de personas que conforman el talento humano de la empresa.
La cultura organizacional es uno de los pilares fundamentales de toda empresa competitiva. Por lo tanto, en estos tiempos en los que se habla de Tratados de Libre Comercio (TLC) con fulano, zutano, mengano y perengano; la renovación de la cultura organizacional de las MYPE., se ha convertido en una tarea fundamental para el desarrollo de ventajas competitivas y de supervivencia de estas empresas.
Toda micro o pequeña empresa posee un tipo de cultura organizacional. “Débil” o “fuerte”, la cultura de las MYPE., es un asunto que tiene que ver con las características del empresario como persona: con sus raíces culturales, con lo aprendido en el ámbito familiar y en el entorno en el cual se desenvuelve y convive, sus valores, actitudes, creencias y normas que conforman su comportamiento, y que se ven reflejadas en todas aquellas actividades que emprende como ser humano.
Por cierto, que en un país multicultural donde coexisten: “costeños”, “serranos” y “selváticos”. Cholos y mestizos. “Arequipeños”, “limeños, “chiclayanos”, “liberteños”. “Charapas”, “chalacos”, “shilicos”, etc. Dizque, también: “cajamarqueses”, cajamarquinos, y “cajachos”. La cultura organizacional de las MYPE., en el Perú, resulta tan diversa como la propia flora y fauna de este país.
Tanto como diversa, la cultura de nuestras MYPE., es igualmente “débil”. Sirvió en el pasado para competir domésticamente. Más, sin embargo, con la vigencia de los TLC., empresas extranjeras, que operan bajo probadísimas culturas de éxito, invadirán inmisericordemente no sólo nuestros espacios físicos ubicando frente o al costado de nuestros propios negocios, flamantes establecimientos como los que ya vemos en los rubros farmacéutico y ferretero, que en poco tiempo están dando cuenta de nuestras modestas boticas, farmacias y ferreterías-, lo harán también copando nuestros mercados dentro y fuera del país.
Revalorar la cultura de nuestras MYPE, significa reducir sus “desigualdades “, preservando al mismo tiempo lo beneficioso que tiene la “diferencia” basada en su diversidad. Pero, el tránsito de una cultura “débil” a una “cultura de éxito” no es algo que caiga del cielo. Es el resultado de un proceso evolutivo que responde fundamentalmente a la “idea” o “concepto de empresa” que mantenga y practique el empresario. Por consiguiente, cabe preguntarse: ¿Qué entiende por empresa un micro o pequeño empresario en el Perú? ¿Una fábrica de hacer dinero que importan los medios? O, “Un sistema integrado por seres humanos y recursos económicos puesto al servicio de la sociedad”.
Improvisados restaurantes a lo largo de nuestras carreteras, carentes de inodoros, sin servicio de agua potable, donde primero se paga para después ser atendido; instituciones educativas particulares, operando en locales absolutamente inadecuados; notarías, donde, si el usuario no paga con sencillo no es atendido; empresas de transporte interprovincial que cobran a sus pasajeros por el uso de los servicios higiénicos, son algunos ejemplos que nos hablan de una cultura organizacional “bárbara” en muchas de nuestras micro y pequeñas empresas.
Un cambio radical en la cultura de las MYPE. es absolutamente necesario. La cuestión es: quién comienza dicho proceso si el micro empresario no es alguien que tenga afecto a la capacitación en gestión, y sus colaboradores más cercanos no conocen de dirección estratégica, clima laboral, competitividad, innovación, marketing, etc. Por lo tanto, la pregunta resulta siendo la de siempre: ¿Quién podrá ayudar al micro y pequeño empresario a renovar su cultura organizacional? ¿El contador? Debería serlo, porque es el único profesional que tiene acceso a las MYPE. Pero, ¿cuán preparado se halla este profesional en dichos menesteres?

EL “HECHO CONTABLE”

Existen infinidad de obras de contabilidad, que se ocupan de “partida doble”, “cargo y abono”, “debe y haber”, estados financieros, ratios, etc. Pero del “hecho contable”, rara vez se ocupan.
Esta omisión –a mi modo de ver- no tiene un origen casual. Refleja la ausencia total de una teoría defendible con respecto a este tema. Una teoría que comprenda una explicación sostenible de todo el proceso a través del cual se configura el “hecho contable” y, que comience fundamentando el “hecho” como realidad omnipresente.
La filosofía considera a la realidad como una inconmensurable urdimbre de “hechos”. “Todo lo que hace, todo lo que obra, todo lo que se mueve -dice Barcia-, es un hecho. Una idea es un hecho de la inteligencia; la emoción es un hecho del sentimiento; así como toda sustancia física es un hecho de la naturaleza.” Los “hechos” -desde este punto de vista-, son los objetos primarios de la praxis, por cierto, diferentes a los acontecimientos, los fenómenos, las acciones o los actos. El acto, es publico; la acción, moral; el fenómeno, casual; el acontecimiento un suceso importante. Más, el “hecho” es genérico, omnipresente y universal; es decir, esencialmente intemporal, y ha de clasificarse en “hecho natural” y “hecho cultural”. “El “hecho natural” es el obrar de la naturaleza, el que proviene de ella, es el hecho que no es humano; en cambio, el “hecho cultural” se concreta al hombre, a todo aquello que el hombre hace, sin calificarlo en ningún sentido, sin expresar que sea bueno o malo, falso o verdadero, justo o injusto.”
[1]
En este contexto, los “hechos” constituyen el aspecto central de toda ciencia. La matemática, la física, la biología, la economía, el derecho, como todas las demás ciencias han surgido a partir de sendos conceptos de “hecho”. De la misma manera que las casas están hechas de ladrillos –escribía Henri Poincaré-, la ciencia está hecha de hechos. Pero, un montón de ladrillos no es una casa y una colección de hechos no es necesariamente ciencia, acotaba.
En el caso de la contabilidad, los contadores no hemos trabajado en torno a un discurso colectivo que enfatice una propuesta, integrativa y holística, encaminada a la búsqueda de una definición del “hecho contable” como dato científico. Por el contrario, nuestros escasos esfuerzos teóricos naufragan cada día, en una multitud de aproximaciones que amenazan con esconder más que develar dicha definición; por ejemplo, cuando en los textos de contabilidad vemos que los autores se ocupan mayormente de los “hechos contables” como sinónimo de transacción económica, que del “hecho contable” como embrión, causa y origen de la contabilidad.
Así, como para la Economía cualquier acontecimiento que tenga por origen o consecuencia una variación de alguno de los indicadores económicos, como: la actividad de un agente de bolsa, el comportamiento de un mercado, la variación de la moneda, el nivel de la producción, los estragos de una inundación, o la simple acumulación de frutos, hojas y tallos en cualquier parte del planeta que afecte positiva o negativamente al medio ambiente, etc., constituye un “hecho económico”. O, del mismo modo, como para el Derecho cualquier fenómeno, suceso o situación al que el ordenamiento legal otorga una determinada trascendencia con respecto al nacimiento, adquisición, modificación, conservación, transmisión, o extinción de los derechos y obligaciones de una persona, es un “hecho jurídico”. Igualmente, para la contabilidad, cualquier suceso puntual de carácter natural o cultural que haga variar el valor del patrimonio de una entidad socioeconómica, constituye un “hecho contable”.
Pero, así como la proposición “el cisne es blanco, es verdadera sólo si, en realidad el cisne es blanco” (Tarsky, 1933), en el caso de nuestra definición respecto del “hecho contable”, la polaridad "verdadero - falso" devendrá en verdadera sólo si guarda correspondencia con la verdad empíricamente verificaba. Nada más, pero también nada menos. Convengamos en que sucede así y prestemos atención al siguiente enunciado: en cierta zona, de cierto país, en cierto año, a cierta hora, cae un rayo que fulmina a cierto número de alpacas protegidas por una póliza de seguros a favor de su dueño cierta empresa dedicada a la exportación de lana. Ahora bien, tomando en cuenta la definición del “hecho” analicemos detenidamente el caso: la caída del rayo es un “hecho natural”, la muerte de las alpacas constituye un “hecho económico”, y el cobro de la indemnización del seguro –qué duda cabe- es un “hecho jurídico”. Estos “hechos” pueden producirse en cualquier contexto de la realidad; sin embargo, el “hecho contable” a que da lugar nuestro ejemplo sólo ha sido posible gracias a que dichos semovientes pertenecen a una entidad socioeconómica, en este caso a una empresa. Ningún “hecho natural” o “hecho cultural”; ni el “hecho económico” o el “hecho jurídico”, constituyen aisladamente un “hecho contable”. Es condicio sine qua non la preexistencia de la entidad socioeconómica (empresa o institución), y la convergencia simultánea del “hecho económico” y el “hecho jurídico” para que ipso facto se produzca el “hecho contable”. Lo que no quiere decir, sin embargo, que todo “hecho económico” o todo “hecho jurídico” vayan a constituir un “hecho contable”. Infinidad de hechos de esta naturaleza quedan fuera del ámbito del “hecho contable”, sencillamente porque no se producen dentro de la entidad contable o no afectan significativamente el valor de su patrimonio.
[1] Barcia. El origen de las Palabras

“PANEQUIDAD” CONTABLE


“Panequidad” no es un término que vaya a encontrarse en el DRAE. No se encuentra, porque “panequidad” es algo que se me acaba de ocurrir. No digo que “panequidad” sea una palabra. Porque la palabra pertenece al lenguaje coloquial. “Panequidad” es más bien un término. Un término “subversivo” en el lenguaje de la contabilidad. Es un síntoma, una señal, un signo, que pretende llamar la atención respecto de lo fundamental que resulta la equidad en el campo de la contabilidad, de la contaduría en particular.
Si la medición del patrimonio del ente es el objeto de estudio de la contabilidad, y el contador la persona que con apego a la equidad lleva a cabo tan sui géneris misión, creo que existen razones más que suficientes, para subvertir el calmo ambiente contabilístico con la intromisión del término en cuestión.
La equidad –qué duda cabe- es el cógito ergo sum
[1] del contador. Es, su esencialidad. Su “pensamiento” y su “lenguaje”. Es “el qué es para el contador”. Essentia de la contabilidad, la equidad se define en este campo, como la justicia natural que actúa allí donde el derecho positivo no ha establecido norma alguna. La equidad hace del contador el más cívico de los hombres. El factotum[2] de la entidad. El sujeto y el objeto del trabajo contable. ¡Es usted contador! Aquí tiene la llave de mi negocio, proteja mis intereses. Vele por ellos, los de mis trabajadores, de mis proveedores, y del estado. Cuide de mi empresa como la suya propia. Lleve dentro y fuera de ella la justicia más allá de lo que la ley ordena, debería ser –pero desafortunadamente no lo es-, el autentico sentir de todo empresario con relación a la figura del contador.
Cabe afirmar, que la oposición entre intereses económicos es tan antigua como la propia humanidad. Surge con la horda, se acrecienta en la tribu, y cobra relevancia en todas las organizaciones socioeconómicas a partir del esclavismo. En la Edad Media se hace más evidente en la esfera de los negocios, el estado, el ejército y la iglesia. La frase: “No hay mejor trabajo que el de tesorero; pues, no llevo las cuentas del convento para ganar dinero sino para construirme como hombre para la gracia divina”, que registra la historia de la Edad Media; pondría en evidencia, que habrían sido los monasterios las primeras instituciones que rindieron culto a la equidad en el campo contable. En dichas instituciones, los monjes que fungían de tesoreros en los conventos y en otras instituciones pías, tenían a su cargo los libros y cuadernos contables en los que se registraba la comprobación de los ingresos y gastos. Cada año debía efectuarse un balance, el cual quedaba registrado en libros de cargo y data para supervisión por parte de la superioridad eclesiástica. Un monje anónimo habría sido en todo caso el primer contador de la historia.
Pero, la pregunta esencial que debemos intentar responder en esta nota, es: ¿qué se entiende realmente por “panequidad”? Desde luego, basándome en la doctrina de la contabilidad, en el análisis de los Principios de Contabilidad Generalmente Aceptados, la respuesta a la pregunta básica enunciada arriba, es la siguiente: “Panequidad” es una locución conformada por la palabra “pan” que en griego significa “todo”, y el sustantivo castellano “equidad”. En este contexto, “Panequidad” contable, sugiere que “todos los principios de contabilidad se subordinan de manera absoluta al concepto de equidad”, por cuya razón, la equidad se constituye en postulado básico de la contabilidad, y por ende, en el principio deontorregulativo más importante de la profesión del contador.
Panequidad” contable, desarrollado a nivel de concepto podría formar parte del marco moral del curso de Deontología Profesional, “Teoría del Deber”, o “Ética Normativa”, que las escuelas de contaduría imparten a los estudiantes de esta carrera, y que se ocupa del estudio y aplicación de las obligaciones morales que los contadores deben observar en el ejercicio de su profesión.
Como término, “Panequidad” sugiere ser una metáfora en el campo de la contaduría. “Lo dijo el contador”, podría ser en sentido figurado su significado más asertivo, aunque “Equidad locuta, causa finita”
[3], de ninguna manera le vendría mal.
[1] “Pienso por lo tanto soy”.
[2] La persona más importante.
[3] “Actuó la equidad, se acabó la disputa”.

“INSENESCENCIA” DE LA “PARTIDA DOBLE”

Uno de los instrumentos más valiosos de los que se sirve la contabilidad para desarrollar su objeto de estudio, es la “partida doble”. Su valía, sin embargo, no ha sido factor determinante para la construcción de su propia definición. “No hay deudor sin acreedor, ni acreedor sin deudor” es todo lo que dicen los tratadistas contables respecto de la “partida doble”. Pero esta frase solitaria no dice mucho del principio incoativo del fenómeno, y ha servido más bien para que legos y entendidos reiteradamente infravaloren y/o trivialicen la “partida doble”. La infravaloran, cuando, por ejemplo los tratadistas no reconocen en sus obras a la “partida doble” como uno de los más grandes descubrimientos del Renacimiento y, al “Tractatus XI particularis de computis et scripturis” de Pacciolo como el primer trabajo científico llevado a cabo en el campo de la contabilidad. Se la trivializa, asimismo, cuando los académicos a diario la constriñen a una simple regla de registro contable, cuando en realidad la “partida doble” es -como dice Sombart- la simiente del capitalismo moderno.
Cuando en 1610, Juan Antonio Mochetti en el “Dell´ Universal Trattato di libri- doppi”, utiliza por primera vez el vocablo “partida doble”, para referirse al “modo de Venecia” o “modo veneciano” que Luca Pacciolo había descubierto entre 1466 y 1471 en Venecia (dado a la luz en la monumental Summa de Arithmetica, Geometria, proportioni et proportionalita, en 1494), no hace otra cosa que rebautizar al fenómeno cuyos antecedentes más remotos lo encontramos en el siglo XIV, en los libros de contabilidad de unos comerciantes italianos vecinos de las ciudades de Venecia, Florencia y Génova. Los libros de contabilidad por “partida doble”, más antiguos de los que se tenga noticia –dice Boter en “Las Doctrinas Contables”- , “son: en Florencia, unos libros fechados en 1335, de una casa comercial, y otros de 1368 (...) referente a una fábrica de artículos de lana; en Génova unos libros del año 1340; y en Venecia, unos de 1405”.
Pero, la historia real de la “partida doble” no comenzaría en 1610 con el Trattato de Mochetti, ni en 1494 con la Summa de Pacciolo, sino que se remontaría a unos mil años antes hoy. Pues, hay quienes sostienen que la “partida doble” habría existido ya en los tiempos de las primeras Cruzadas, es decir, en el siglo XI de nuestra era, y que habría sido “ideada” por los comerciantes de ultramar durante sus largas travesías entre Europa y Oriente Medio, acompañando a los Cruzados.
Por cierto que la historia de la “partida doble” no ha estado exenta de serias dificultades. Cabe afirmar, que en el transcurso de su trayectoria han surgido movimientos en favor y en contra de su aplicación. En la ex Unión Soviética –por ejemplo- luego de instaurado el Socialismo, el Pleno del V Congreso del Partido Comunista vetó a la “partida doble” achacándola de instrumento servil del capitalismo, acordando su “expulsión” inmediata de la URSS., a la vez que dispuso sea reemplazada por la “partida triple”, una técnica que desde 1912 venía siendo estudiada por T.d´Eserky, por expresa recomendación del Congreso Científico de Contabilidad que se celebró ese año en Cherleroy.
Sin embargo, la “partida doble” ha logrado imponerse como el lenguaje universal de los negocios. Desde su modesta condición de “modo de cuentas” allá en el siglo XIII, escaló las cumbres del conocimiento científico para convertirse a mediados del siglo XX en “principio contable”, no sin haber recibido en el ínterin una pluralidad de denominaciones, como: procedimiento, método y sistema, cuya secuencia histórica la podemos resumir de la siguiente manera: a) “modo de cuentas” (sentido común de los comerciantes del siglo XIII); b) “procedimiento contable” (sentido práctico de los contables del siglo XIV); c) “método contable” (“buen sentido” de los intelectuales del Renacimiento); d) “sistema contable” (sentido técnico de los tenedores de libros de los siglos XVII, XVIII y XIX) ; e) “principio contable” (sentido científico de los profesionales de la contabilidad de los siglos XIX); f) “Constante de Cambio” (.sentido filosófico de los investigadores sociales del siglo XXI).
¡Eh ahí, la insenescencia de la “partida doble”! Su inmutabilidad por cerca de mil años. Porque insenescencia es precisamente “la cualidad de no envejecer” (DRAE). Y, la “partida doble” no ha envejecido y no va ha envejecer jamás, porque pertenece a ese tipo de fenómenos (constante de cambio) que no cambian ni ven alterada su naturaleza con el transcurrir del tiempo, porque obedecen a leyes precisas y unívocas exentas de todo error. La “partida doble” no es un sistema, un método, o una técnica, ni mucho menos. La “partida doble” es una construcción filosófica que se afirma en el concepto del ser – natural – humano: el hombre. Ser finito y menesterosos dotado de múltiples necesidades y limitaciones que la obligan a entablar con sus semejantes la eterna relación de “dar y recibir” y viceversa. La “partida doble” –que duda cabe- expresa la inextinguible cualidad del hombre en su eterno papel de “deudor” y “acreedor”, filosóficamente transportada al ámbito del “ente socioeconómico”.
En otras palabras, la “partida doble” expresa el hecho antropológico del “dar y recibir”, transportado intactamente por la Doctrina de la Personificación de las Cuentas (DPC) al ámbito de la entidad socioeconómica dentro lo siguientes criterios y parámetros:
- Correspondencia: quien recibe es deudor, quien entrega es acreedor.
- Reciprocidad: no hay deudor sin acreedor y viceversa.
- Equivalencia: todo valor que ingresa debe ser igual al valor que sale.
- Consistencia: todo valor que ingresa por una cuenta debe salir por la misma cuenta.
- Confrontabilidad: las pérdidas se debitan, las ganancias se acreditan.